Una de las provincias ubicadas más al sur de Argentina se ha convertido en el último tiempo en el centro de un debate donde el cuidado del ambiente y los intereses económicos vuelven a estar nuevamente enfrentados. Este debate ahora se ha vuelto a avivar frente a la visita del presidente argentino a China, y la posibilidad de que la construcción de las dos represas (Néstor Kirchner y Jorge Cepernic) en dos sitios de la cuenca del Río Santa Cruz finalmente se concrete.
Pero la comunidad científica y activista del mundo no se quedó callada. La Asamblea de miembros de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), que reúne a Estados, ONG, organizaciones internacionales, académicas y de pueblos indígenas, expresó su rechazo a las represas sobre el Río Santa Cruz al votar la moción presentada por la delegación argentina en dicho Congreso.
Estas obras, que se habían impulsado y aprobado durante el gobierno anterior, han vuelto a ser noticia en los grandes medios nacionales, ya que señalaron que el acuerdo con China (único y principal inversor), seguía en pie tras la visita del presidente a ese país.
¿Qué es lo que está en juego?
Ambas represas se ubicarían en el río Santa Cruz, que es, en primer lugar, el último curso de agua glaciario de la Patagonia que corre libre hasta el mar. Este río ha sido navegado por Charles Darwin, Robert Fitz Roy y el perito Francisco P. Moreno.
Dentro de los impactos principales, las represas modifican el cauce natural del río y anegan grandes extensiones de valles fluviales. Por eso modifican el ecosistema en su totalidad, afectando a la fauna y flora nativa, ya que el río lleva sedimentos fértiles aguas abajo, y si su curso natural es bloqueado, se puede producir un cambio completo en todo el ambiente.
Además, esto podría poner en riesgo a los ecosistemas del Parque Nacional Los Glaciares y a los del estuario del río Santa Cruz; y, en caso de que modificase el nivel del Lago Argentino, también estaría en riesgo los regímenes de sus glaciares, como el del Glaciar Perito Moreno. Y esto violaría tanto la ley orgánica de Parques Nacionales, como la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural.
De hecho, investigadores del Centro Nacional Patagónico de CONICET afirman que, de construirse la represa, se podría registrar una pérdida del 51% del ambiente ribereño, con un fuerte impacto en la comunidad de peces, y en los consumidores secundarios que dependen de ellos como alimento.
Las represas, además, generan otros cambios de gran magnitud e incluso irreversibles: emiten gases de efecto invernadero en los reservorios; llevan a la pérdida de planicies fluviales, zonas ribereñas y humedales; conducen al deterioro y la pérdida de desembocaduras de ríos y estuarios; al deterioro de los ambientes terrestres irrigados y aguas superficiales asociadas; y al deterioro en la calidad de agua ya que la contaminación no puede ser adecuadamente diluida. A esto hay que sumarle, también, las pérdidas del patrimonio cultural y arqueológico propio de la región.
Por esto, dentro de la comunidad científica existe un amplio acuerdo en señalar que una de las mayores causas de disrupciones en los flujos de agua es la construcción de grandes represas, que contribuye a la destrucción de pesquerías, a la pérdida de servicios ecosistémicos (de los que también depende la economía humana) y a la extinción de especies.
Por ejemplo, el macá tobiano es una de las pocas aves exclusivas de Argentina, que se encuentra en Peligro Crítico de extinción y cuya población disminuyó más del 80% en los últimos años. La zona en la que estas aves buscan alimento durante el invierno, catalogada además a nivel mundial como Área Importante para la Conservación de las Aves, es precisamente aquella que se modificaría con la construcción de las represas.
A pesar de estos riesgos, el proyecto está avanzando sin un adecuado Estudio de Impacto Ambiental ni Evaluaciones Ambientales estratégicas. El que se ha realizado por la compañía adjudicataria de la obra delimita restrictivamente al área de influencia del proyecto; no provee información respecto de cómo incidirá sobre la biodiversidad; no ha generado instancias reales y significativas de participación ciudadana; e incluso acepta que pueden generar que la zona del estuario se extienda aguas arriba y aumentar la influencia salina en el mismo. Por eso es necesario que no siga adelante sin su correcta realización.
Pero las represas, ¿no son una buena inversión económica?
Quienes defienden las represas se esfuerzan por señalar este punto, que muchas veces es uno de los primeros argumentos a favor. Pero es importante señalar que la posibilidad de la construcción de las presas se investigó en 1950, y fue dejada de lado por su costo y alto impacto ambiental.
Según su diseño original, las nuevas represas tendrían una productividad del 34% en comparación con Yacyretá (71%), y tan solo el 43% de la energía que generarían podría ser aprovechada según la capacidad de los tendidos eléctricos actuales. Se calcula que para aprovechar el 100% de la energía generada deberían construirse nuevos tendidos eléctricos valuados en alrededor de 2.000 millones de dólares.
Por eso, las represas todavía se consideran de baja prioridad en el futuro energético del país de América del Sur.
Entonces, ¿cuál es la solución?
Por una parte, es importante la disminución del consumo de energía para reducir la demanda. Más allá de eso, se calcula que invirtiendo el mismo dinero que se necesitará para construir las represas del Río Santa Cruz se podría producir un 37% más de potencia y un 55% más de energía utilizando una combinación de energía eólica, solar, biomasa, biogas y pequeños aprovechamientos hidroeléctricos; destacados tanto por su bajo impacto ambiental, como por su capacidad de producir energía más económica.
Así lo revela un informe elaborado por ingenieros que será presentado próximamente, donde además se señala que: “Con medidas de fácil identificación, orientadas a cinco tecnologías puntuales y muy claras se puede ahorrar un 24% más que la energía que producirían las represas cada año. Aplicando este enfoque, en 15 años, con una inversión en UREE de U$S 500 millones se evitarían gastos por U$S 35.000 millones en infraestructura para generar y transportar más energía”.
Es por eso que Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), Aves Argentinas, Banco de Bosques, Flora y Fauna, Fundación Naturaleza para el Futuro (FuNaFu) y Fundación Vida Silvestre Argentina vuelven a reclamar a la Administración Nacional la suspensión de la construcción de las represas del complejo hidroeléctrico Kirchner-Cepernic sobre el lecho del río Santa Cruz.
Tú también puedes sumarte. "El momento de actuar es ahora", como señala Patricia Zurita, directora ejecutiva de BirdLife International.
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