La Cuenca del río Paraná recorre el centro este de América del Sur, atravesando Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, esas aguas, y especialmente las de su río central, el Paraná, que es el sexto río de llanura más importante del mundo, podrían estar amenazadas nuevamente por el uso de los agroquímicos en el campo. 

El sistema agrícola, tal como funciona hoy, parece haber tomado como maestros a los CEOS de las multinacionales del mundo, y no a los pueblos originarios que se han alimentado de la tierra desde los tiempos más antiguos. Hoy, lo que prima en materia agrícola es la producción de alimentos a gran escala, y especialmente aquellos más redituables, lo cual explica el por qué del avance de monocultivos como la soja.

Pero para aumentar la productividad de la tierra, es necesario vencer a las plagas de manera eficiente y es ahí donde hace su aparición el glifosato, un herbicida comercializado en más de 100 países del mundo y activo principal del famoso “Roundup”, el herbicida comercializado por Monsanto, la compañía que quiere patentar las semillas que gracias a una modificación genética, son capaces de resistir a la agresividad de tal químico.

Aunque el año pasado la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), perteneciente ala Organización Mundial de la Salud, hizo público un estudio que revela que el glifosato puede ser cancerígeno para las personas, su uso continúa haciendo estragos en la salud del ambiente y de los pueblos.

Esta vez fue hallado en los sedimentos en la Cuenca del Paraná, gracias a un estudio llevado a cabo por investigadores argentinos del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). El informe se publicó en la revista "Enviromental Monitoring and Assessment" y tuvo la colaboración de la Prefectura Naval. 

SEl análisis se realizó en base a testeos en 23 puntos de los cursos de agua que alimentan el Paraná, hallando "altos niveles" de glifosato y su degradación (el metabolito AMPA) en los cursos medio y bajo del río, debido a los afluentes que atraviesan zonas donde se desarrolla la agricultura intensiva con este herbicida.  La contaminación más alta fue detectada en el río Luján, en el norte de Buenos Aires. 

Las mediciones fueron más elevadas incluso que en los campos de soja, con lo cual se pone de manifiesto el impacto que conlleva y la gravedad de su extensión.

Según el informe, las muestras de los sedimentos del fondo de los ríos son las que presentaron la mayor concentración del glifosato y sus residuos, ya que actúa como un agente que no permite que se degrade naturalmente, acumulándose con el tiempo. Esto hace, incluso, que no pueda ser detectado tan fácilmente, 

Además, el plaguicida contamina las aguas mediante las lluvias,  lo cual a su vez demuestra la movilidad del glifosato. 

“Desde el punto de vista biológico, este trabajo nos muestra que la actividad productiva agropecuaria está impactando en el ambiente, y los herbicidas que para ella se utilizan dejaron de estar solo en el campo para movilizarse hacia distintas zonas a medida que entran en contacto con las cuencas hídricas”, señaló uno de los investigadores, Damián Marino, poniendo de manifiesto el riesgo que esto implica para la salud de los pueblos y ecosistemas, aun aquellos que no se encuentran en las cercanías de los campos donde se fumiga con glifosato.