Aunque las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte de hombres y mujeres de todo el mundo, muchas de ellas se podrían evitar con información adecuada, revisión médica regular y un modo de vida más saludable. 

En general, los ataques cardíacos se producen al obstruirse repentinamente el flujo de sangre oxigenada que transportan las arterias coronarias al corazón. Esto puede generarse muchas veces a causa de una sustancia llamada placa compuesta por colesterol y otras células que se acumula con el correr de los años en las paredes de las arterias. El bloqueo también puede producirse cuando se forma un coágulo que también dificulta el libre flujo de sangre oxigenada. Si este cuadro no recibe tratamiento rápido, la parte del músculo cardíaco alimentada por la arteria comienza a dañarse y el corazón sufre la falta de oxígeno.

No obstante esto, los paros cardíacos pueden revertirse, especialmente si aprendemos a advertir sus síntomas a tiempo. Algunos de ellos son repentinos e intensos, pero la mayoría comienza de manera gradual, en el transcurso de varios minutos. Detectar cualquier de ellos a tiempo es esencial, ya que si actuamos rápido, la probabilidad de sobrevivir es del 95%.

Principales síntomas a tener en cuenta

Dolor, presión o molestia en el pecho

La mayoría de los ataques al corazón se presentan con una molestia en el centro del pecho que puede ser o no continuo. Esta molestia es el síntoma más común y fácilmente reconocible. Puede sentirse como una presión incómoda, opresión o dolor agudo que puede extenderse hasta la espalda, los brazos y los hombros, especialmente en el lado izquierdo.
No todos los infartos están precedidos por un dolor de pecho de igual intensidad, pero ante la percepción de este síntoma se debe avisar inmediatamente al servicio de urgencias.

Síntomas

Falta de aire

Acompañando o no el malestar en el pecho, es común que la persona que está por sufrir un infarto perciba dificultades para respirar, ya que si el corazón no obtiene sangre suficiente, los pulmones tampoco estarán en condición de recibir la cantidad necesaria de oxígeno.Por eso, si notas problemas para mantener el ritmo de tu respiración debes ir al médico lo más rápido posible.

Cansancio

Cuando las arterias se vuelven más estrechas debido a la grasa acumulada en ellas, el corazón recibe una cantidad mucho menor de sangre; lo cual genera que el sistema cardiovascular experimente dificultades para funcionar correctamente. Por eso, uno de los síntomas más comunes que acompañan las dificultades respiratorias es sentirse somnoliento y cansado sin causa aparente, ya que los músculos tampoco reciben la cantidad de oxígeno que necesitan. 

Mareos y sudor frío

Los paros cardíacos pueden ser precedidos por problemas digestivos que incluyen nauseas y vómitos. Estos son los síntomas más difíciles de asociar, pero una indigestión repentina puede indicar que algo no está bien y es recomendable acudir al médico.
Del mismo modo, sudar aun sin realizar ejercicio, puede ser una señal de que nuestro corazón tiene un problema. El bombeo de sangre a través de arterias obstruidas requiere que nuestro corazón haga un esfuerzo mayor, generando que la temperatura corporal aumente y nuestro cuerpo sude para mantenerla en su nivel normal.
Estos síntomas pueden aparecer días antes de un infarto, por eso, si notas sudores fríos sin causa aparente, y la piel fría y húmeda, hay que consultar con un médico. 

¿Cómo actuar?

Muchas personas no actúan a tiempo porque subestiman la intensidad de los síntomas que comienzan a aparecer. Pero es "mejor prevenir que curar": si notas alguno de estos síntomas o estás con alguien que los sufre, acude de inmediato al servicio de urgencias. No esperes más de cinco minutos. 

Aun así, es importante que sepas que NO siempre estos síntomas indican un futuro ataque al corazón. Por eso la mejor opción siempre es llevar una vida saludable para mantener la salud de tu corazón en todo momento. 

¿Qué puedo hacer para evitar un ataque al corazón?

-Evitar el tabaco.
-Controlar la presión arterial. 
-Llevar una alimentación baja en grasas saturadas, grasas trans, colesterol y sal. 
-Realizar ejercicio físico. 
-Controlar un peso corporal saludable. 
-Realizar controles médicos periódicos. 
-Controle el nivel de azúcar en sangre.