Cuando se nos presenta una situación futura que no sabemos cómo vamos a poder enfrentar, nos sentimos preocupados. La preocupación es la forma mediante la cual nuestro cerebro intenta anticiparse a las cosas.
El problema es cuando esa preocupación es constante, y por todo. Ese estado altera nuestro ánimo, nuestras acciones, pero además, ocupa espacio en nuestra cabeza, dejando poco lugar para otras cosas.
La famosa frase “no hay que preocuparse, sino ocuparse” es muy cierta. Pasar a la acción y empezar a trabajar por aquello que nos preocupa es una buena manera de quitarnos ciertos problemas de la cabeza.
Pero, cuando tenemos una tendencia a preocuparnos demás por todo, incluso por cosas que no podemos controlar, podemos elegir otras actividades que nos ayuden a mantener el cerebro tranquilo.
1. Escribir lo que nos pasa
Muchas veces nos sentimos preocupados pero, si alguien nos pregunta qué es lo que tanto nos inquieta, no sabemos responderle de forma concreta. Es que a veces la preocupación se convierte en algo omnipresente, pero sin fundamentos.
Por eso, el ejercicio de escribir qué es lo que nos preocupa nos ayuda a asumir lo que nos pasa y tomar perspectiva.
Además, poner por escrito los problemas también ayuda a poner el foco en ellos y, por lo tanto, a solucionarlos. ¿Cómo vamos a ocuparnos de algo que ni siquiera sabemos bien qué es?
Así, definir concretamente nuestras inquietudes nos permite apuntar a ellas y sacarlas adelante.
2. Practicar mindfulness
Dicen que lo único verdadero es el presente, y nos guste o no, es cierto. No sirve sentir culpa por lo que sucedió en el pasado, o miedo por lo que viene, pues este momento es que verdaderamente está aquí y en el que podemos hacer algo.
El mindfulness es un tipo de meditación que trabaja para conseguir la atención plena; es decir, para conseguir que nuestra mente esté presente en cada momento en lo que está sucediendo aquí y ahora.
Nuestro cerebro sólo puede estar en un lugar a la vez. Por eso, si lo entrenas para estar en el presente, no estará preocupándose por el futuro.
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3. Comenzar actividades que nos gusten
No hay nada peor para la preocupación que el tiempo muerto. Seguro lo sabes bien: cuando no estás haciendo nada, empiezas a pensar en cosas que te preocupan y puede resultar angustiante.
Dedicar un tiempo al descanso y al “no hacer nada” es saludable, pues todos necesitamos espacios para relajarnos. Pero no es bueno que esos momentos sean cada vez más.
Por eso, buscar actividades que realmente te interesen y te ayuden a mantener la mente ocupada es una buena idea para evitar la preocupación. Puede ser algo en casa, como leer o trabajar en el jardín.
Pero mejor aún si es algo fuera: toma un curso, aprende, pero también conoce gente nueva, vive experiencias. Eso te ayudará a mantenerte en el presente sin preocuparte tanto por el mañana.
4. Haz ejercicio
La preocupación, además de estar en nuestra mente, tiene consecuencias físicas. En general, al estar preocupados nuestro cuerpo reacciona igual que cuando se enfrenta a un peligro grave, sólo que de forma más leve, pero por tiempo más prolongado.
Así, el cuerpo reacciona físicamente ante la preocupación. Hacer ejercicio contrarresta estos síntomas, provocando el efecto inverso: cuando los síntomas de preocupación se eliminan del cuerpo, el cerebro considera que hay menos peligro y se reduce la sensación de inquietud.
Por eso, si algo te preocupa mucho, al punto de que ya sientes esa sensación en el cuerpo, prueba hacer algo de ejercicio: salir a caminar, dar un paseo en bicicleta, o ir un rato al gimnasio.
Notarás que al moverte, liberas gran parte de las preocupaciones.
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