A lo largo de mis 10 años de experiencia en sustentabilidad he sido testigo de la evolución de esta materia e incluso conocí de cerca casos de éxito de empresas que tienen muy arraigado dicho concepto en su cultura corporativa, pero hace unos meses viví una experiencia única que rompió mi paradigma sobre lo que significa ser sustentable.
Todo comenzó el año pasado en Argentina, país al que viajé para concretar entrevistas a diversas organizaciones en mi rol de periodista de Corresponsables, medio de comunicación especializado en sustentabilidad del cual formo parte desde hace 4 años. De forma casual llegué a la ONG AMARTYA, nombre dado por el economista y ganador del Premio Nobel Amartya Sen (*).
En dicho lugar logré entrevistar a Christian Tiscornia, director de la organización y quien durante la conversación me explicó en palabras simples qué es la educación en sostenibilidad, concepto que va más allá del reciclaje, medio ambiente o algo simplemente ligado a lo social.
Semanas después de conversar con Christian y saber lo que hacían a detalle, me aventuré a formar parte de sus programas en Responsabilidad Social y Sustentabilidad dictados en inglés como alumna becada, siendo la única peruana entre más de 70 escandinavos (Noruegos, Daneses y Suecos).
Una vez instalada en Argentina y en condición de alumna, pude vivir durante una semana, en Quinta Esencia, espacio rural, ubicado a 30 minutos de Mar del Plata, que se caracteriza por ser una zona de sembríos de soja y crianza de ganado vacuno y ovino.
Quinta esencia es un espacio vital que se estableció como un centro de educación donde se promueve una relación armoniosa entre las personas y la naturaleza, para generar una nueva cultura amigable con el ambiente.
Ahí pude aprender sobre la importancia del cultivo orgánico y lo sencillo que es crear un sistema de riego por goteo, cultivar nuestros propios alimentos, hacer techos verdes, remediación ambiental y construir viviendas hechas en base a adobe como lo hacían las antiguas civilizaciones.
Además, pude vivir bajo el techo de una vivienda auto - sostenible construida a partir de fardo de paja, recubierto de adobe y techo verde con un posterior uso de energía cero gracias al aislamiento térmico. Además usábamos agua de lluvia para bañarnos, cocinar, etc. y toda la electricidad era generada a través de energía solar.
Fue maravilloso vivir en un espacio hecho a través de materiales netamente naturales y en donde pude entender que gracias a la madre tierra tenemos todo y no es necesario más. A lo largo de la convivencia pude percatarme que gracias a que la gran mayoría de los presentes eran nórdicos se impuso la cultura del “hygge” termino implícito en las culturas nórdicas que aplica a la calidad de vida, de tiempo y en especial a la “igualdad de roles”, es decir, no nos asignábamos roles en base a géneros. Todos hacíamos de todo y para todos.
En la ciudad de Buenos Aires pude poner en práctica el llamado consumo responsable. Pude catar sabores más cercanos a lo químico comprando en los supermercados frutas, verduras o hasta inclusive carne (las vacas también se alimentan de Soja), lo que me llevó a invertir sabiamente en alimentos netamente orgánicos.
Toda esta experiencia de vida sobre sustentabilidad tomó más consistencia en mi ser con las clases que recibí en la Universidad Nacional de General San Martín donde pude tener como maestros a Mallen Baker, Lauralee Barbaria, Carlos Altschul y Gernot Minke, quienes entre muchas cosas me brindaron conceptos que forman parte de la piedra angular de la sostenibilidad: Misión, visión y valores. La enseñanza que me dejaron estos líderes fue la importancia del saber hacer de forma ética, transparente, trabajando en equipo y mirándonos a todos como seres importantes e iguales.
Mi gran maestro de esta aventura para vivir la sustentabilidad fue Christian Tiscornia, quién me hizo darle vuelta a las ideas, buscar soluciones a situaciones difíciles a través de la empatía y la paciencia (eso no se aprende en la Universidad).
A quienes estamos inmersos en el mundo de la sustentabilidad les puedo asegurar que por más años de experiencia que se tenga, debemos tocar la tierra mojada, es decir no llenarnos únicamente de conceptos sino de vivir, sentir y respirar sustentabilidad en algún momento de nuestra vida. De esta manera, surgirán nuevas ideas y formas de hacer de nuestro mundo un mejor lugar para vivir.
(*) A Amartya Sen se le conoce por sus trabajos sobre las hambrunas, la teoría del desarrollo humano, la economía del bienestar y los mecanismos subyacentes de la pobreza.
Anais U.
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