La ONU estableció que la temperatura aumentaría un promedio global de más de 2°, si los países promueven los llamados “combustibles de transición” como el gas natural para generar energía, generando un colapso ecosistémico irreversible.
El dato científico regional que debería mover las agendas políticas HOY
Según el Informe Carbono Cero América Latina del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), nuestra región podría ahorrar USD 621 MM anuales en costos operativos, más USD 386 MM en costos de capital, solamente por la descarbonización absoluta de los sectores de energía y transporte. Este escenario implica llegar al 2050 con el 100% de la energía eléctrica abastecida a través de fuentes renovables y el 100% del transporte eléctrico.
Estos ahorros se deben principalmente a la eficiencia energética, los costos en salud y la reducción de importaciones de combustibles, que solamente nos permiten las energías 100% renovables.
El gas no es rentable y contamina de manera similar al carbón, el combustible más tóxico de todos. Las claves son las energías renovables y su almacenamiento.
Al consumir gas natural seguimos emitiendo gases de efecto invernadero, principalmente metano: un gas hasta 40 veces más contaminante que el dióxido de carbono. La fuga de metano en la transmisión y distribución del gas natural, lo hace equivalente al carbón, el combustible fósil más contaminante de todos. La promoción del gas natural convertiría al Acuerdo de París en una mera declaración aspiracional.
Es posible la descarbonización total de la economía a través de las energías renovables. La clave está en desarrollar tecnologías de almacenamiento por tratarse de energías que son intermitentes: no hay sol ni viento todo el día. Países como Argentina, Chile y Bolivia tienen grandes oportunidades por su potencial productor de baterías de litio para almacenamiento de la enorme radiación solar y el potencial eólico existente (el cuadro debajo muestra las energías más baratas por país).
Bloomberg New Energy Finance analizó 7000 proyectos en 47 países de todo el mundo y concluyó que un sistema de almacenamiento de energías renovables con baterías de litio de 2hs de carga, es más barato que una planta de gas natural de ciclo abierto. Además, el costo de producir energía solar y eólica en América Latina cayó un 80% en solamente 6 años y el precio de las baterías para almacenamiento cayó un 50% en 3 años. El riesgo de bloquearnos tecnológicamente si apostamos al gas natural, es enorme.
Las energías renovables son empleo-intensivas, mientras el gas natural es capital-intensivo.
Según el mismo informe de la ONU, la región podría crear hasta 35 millones de nuevos puestos de trabajo acumulados a 2050 al pasar a una matriz energética totalmente renovable. Además, la generacióń de energía solar distribuida podríáa promover nuevos negocios y creación de empleo a través de programas de formación de instaladores, certificación de normas técnicas y criterios de elegibilidad para las empresas de instalación. Por ejemplo, México, hasta 2019, invirtió USD 1 MM, creando más de 9.000 puestos de trabajo y más de 200 nuevas PyMES dedicadas a la energíáa solar.
Es necesario reencauzar las inversiones de los gobiernos en proyectos que generen puestos de trabajo, promuevan el desarrollo de tecnologías y contribuyan en la lucha contra el cambio climático. Por ejemplo, el Denominado “Plan Gas IV” propuesto por el gobierno argentino representaría una inversión de USD 1.8 MM de dólares en los próximos 3 años. Como eje del Plan, el gobierno espera “generar miles de puestos de trabajo directo para operar nuevos equipos de perforación y sets de fractura”, sin especificarse cuántos empleos ni de qué tipo y condiciones.
Cabe contrastar que el sector minero en general no resulta ser empleo-intensivo según el propio Ministerio de Trabajo de dicho país: el sector representa solo el 1,42% de la fuerza de trabajo nacional.
Democracia vs. subsidios
El Plan Gas IV estima un incremento en la recaudación fiscal de USD 2.5 MM, pero no se especifica el destino de esa recaudación. Las declaraciones parecerían indicar un refuerzo de subsidios para una fuente energética tan contaminante e ineficiente como el gas natural. El gobierno aclaró que las políticas de congelamiento de tarifas evitaron un incremento del 79% de las mismas, mientras Argentina ya aplicaba subsidios indirectos al sector productivo de aproximadamente un 85% del costo total de la energía, a mediados de la pandemia.
Por su parte, la ONU estableció en su política integrada y multi-agencial de recuperación post-covid que “el dinero de los contribuyentes no debería utilizarse para subvencionar combustibles fósiles o rescatar industrias contaminantes intensivas en emisiones. Ha llegado el momento de poner precio a las emisiones y que, quienes contaminan, paguen por su contaminación”. El subsidio a los combustibles es un instrumento que distorsiona y ralentiza el avance de tecnologías que brindan mejores servicios a la sociedad.
El problema es la invisibilización de esta situación. El costo termina reflejado en el sistema de salud y las muertes prematuras por mala calidad del aire, la no cuantificación de las pérdidas por eventos climáticos (ej. sequías, incendios forestales), destrucción de ecosistemas y el requerimiento constante de crédito externo y la inflación monetaria.
Las Naciones Unidas necesitan amplificar su mensaje de que ningún combustible fósil es la solución ni en el corto ni en el largo plazo. Para ello es necesario involucrar a todos los actores y a la sociedad civil.