Los incendios que han devastado miles de hectáreas del Amazonas en las últimas semanas no solo están destruyendo el hogar de incontables especies, sino que también están difundiendo cantidades enormes de humo en todas las direcciones. Esto deteriora la calidad del aire de los alrededores.
Según imágenes satelitales de la NASA, el humo de los incendios puede viajar miles de kilómetros para posicionarse en lugares tan lejanos como el Atlántico sur.
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El movimiento del humo de los incendios está creando manchas de aerosoles que viajan para concentrarse en lugares lejanos. Un aerosol es una suspensión de partículas líquidas o sólidas en el aire, o algún otro gas, y puede aparecer naturalmente (como la niebla o el polvo), o ser el resultado de algún evento humano.
Los incendios han llevado a la formación de nubes de pirocúmulos, también conocidas como nubes de fuego. Estas nubes no se forman como resultado de la evaporación del suelo, sino del humo de los incendios. Su presencia puede inyectar contaminantes a las regiones afectadas.
Los incendios en el oeste de Brasil han generado aerosoles de nivel 2 en una escala de 5. Se observaron concentraciones más altas, de hasta 4, en la costa sureste de Brasil como resultado de los incendios.
El 13 de septiembre se determinó que la mayor concentración con este origen se encontraba a miles de kilómetros, en el Atlántico sur. Otras menos intensas se ubicaban en sus proximidades y ante la costa de Brasil.
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Expertos de la NASA detectaron la presencia de estos aerosoles por medio del uso del satélite Suomi NPP, especializado en el monitoreo del clima, que posee un sistema de detección llamado “Índice de aerosol” (AI, en inglés).
La concentración se mide con un valor del 0,0 al 5,0. El valor de AI está relacionado con el grosor y la altura de la capa de aerosol atmosférico. Un valor de 5,0 indica concentraciones elevadas de aerosoles que podrían reducir la visibilidad y/o afectar la salud de los humanos.
Como si los incendios forestales no fueran suficientes, los humanos y otros seres vivos a cientos o incluso miles de kilómetros están en riesgo de sufrir los efectos nocivos de los aerosoles liberados por la quema.
El vínculo entre la exposición a partículas finas en la atmósfera y los efectos adversos para la salud ha sido bien establecido por estudios epidemiológicos. Las partículas inhaladas pueden penetrar nuestros pulmones y adherirse a sus células, así como infiltrarse en el sistema circulatorio y alojarse en órganos internos como el hígado.
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