La crisis climática, nos empuja a redoblar los esfuerzos por proteger este bien público al que gran parte del planeta no accede de manera directa ni frecuente. Su escasez afecta a más del 40% de la población mundial y se prevé que este porcentaje aumente. Más de 1700 millones de personas viven actualmente en cuencas fluviales en las que el consumo de agua supera la recarga, es por eso que las sequías prolongadas se transforman muchas veces, en verdaderas emergencias sociales.
Es importante que reflexionemos como sociedad, la manera en la que gestionamos el agua en nuestras casas, comunidades y empresas. Educar a las próximas generaciones en el funcionamiento del ciclo del agua, la relevancia y el respeto por los ecosistemas y el derecho de acceso a agua segura para preservar la vida y la salud de las personas, es una tarea central. Pero además, es muy importante para empezar a transformar el modo de desarrollo hacia un modelo socio-ecológico que cuide a las personas y al planeta.
Actualmente, se estima que una de cada tres personas no tiene acceso a agua segura y 3 de cada cinco no poseen las instalaciones básicas de saneamiento. Estos dos factores, afectan gravemente las expectativas de vida, especialmente en los rincones del mundo en los que las comunidades más vulnerables no acceden a muchos otros derechos. Durante la pandemia de COVID-19, hemos aprendido la importancia de tener agua potable para realizar la higiene de manos para evitar la transmisión de muchas enfermedades infecciosas.
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La accesibilidad de los servicios WASH (agua, higiene y saneamiento) resulta un factor indispensable para el crecimiento. Según las Naciones Unidas, la falta de higiene provoca enfermedades diarreicas que llevan al día de hoy a la muerte de 1000 por día. El agua es vital para el desarrollo humano y sin ella, no hay futuro. Por eso, la transición hacia una economía sostenible que pueda impactar positivamente en el ciclo del agua restaurando humedales, cuidando las fuentes con las que producen las economías locales, la inversión en tecnología para el tratamiento de agua y en obras de infraestructura para la protección de vertientes, son acciones que debemos poner en marcha entre todos los sectores de la sociedad.
Las “inversiones de impacto” ya están en marcha en todo el planeta. Pequeños emprendimientos y grandes corporaciones impulsan iniciativas que dan respuestas concretas y locales a algunos de los desafíos globales que la crisis del agua presenta. Conscientes de que el beneficio de mitigar la huella hídrica en toda la cadena productiva, también representa una ganancia en cualquier modelo de negocio. No sólo por el posicionamiento como líderes comunitarios en materia de sustentabilidad, sino también porque las estrategias ambientales permiten medir mejor los costos y reducir riesgos, aumentando ventajas competitivas en el aprovechamiento del suelo y manejo de factores socio ambientales en armonía con los entornos.