*Por Viridiana Lázaro, especialista en Agricultura y cambio climático de Greenpeace México.
Desde hace miles de años el maíz ha sido un elemento fundamental de la cultura mesoamericana, así como un alimento clave, siendo parte de la cosmovisión y forma de vida de los habitantes de la región.
En México, los maíces son fundamentales en nuestra alimentación. Somos centro de origen y diversificación del maíz, tenemos el privilegio de contar con 59 razas de maíz nativo y miles de variedades que forman parte de nuestra alimentación, cultura y tradiciones, los hay de diferentes colores y tamaños, cultivados también en diversos agroecosistemas, climas y altitudes de nuestro país.
Pero además de un privilegio, también es nuestro deber conservar y proteger esta diversidad. Es por eso que en el marco del Día Mundial de la Alimentación -16 de octubre- reiteramos que debemos defenderlo y luchar porque no tengamos maíz transgénico ni en el campo, ni en nuestro plato.
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Celebramos al maíz y la milpa, y la inmensa cantidad de movimientos que se han levantado en su defensa. Asimismo se debe reconocer que es urgente continuar trabajando para revalorizar y defender la producción de semillas y alimentos por parte de las comunidades campesinas e indígenas y para lograr mejores condiciones de vida para todas y todos.
Y esto aplica para toda la región, sea cual sea su cultivo principal, en cada país es necesario frenar a los monopolios de empresas transnacionales que promueven el uso de agroquímicos tóxicos, como el glifosato, siembra de semillas transgénicas, afectando nuestra gran agrobiodiversidad, a nuestras variedades de granos y semillas, contaminando el agua, la tierra, matando insectos polinizadores y enfermando a quienes producen esos alimentos dañinos para su salud y de quienes los consumen.
Los bienes comunes como el agua, los bosques, las selvas, el suelo, las semillas nativas -entre ellas la del maíz-, están en riesgo de ser privatizados, contaminados y agotados. Ante eso, es necesario garantizar nuestros derechos humanos a la alimentación sana y suficiente, a la salud, a la biodiversidad y a un ambiente sano.
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Apoyemos a las y los productores de nuestros países, seamos consumidoras y consumidores conscientes, apoyemos a los productores reduciendo al mínimo a los intermediarios y apoyando a las cadenas cortas agroalimentarias, comprando en los mercados de productores, cooperativas, colectivas, entre otras, que además nos garantizará alimentos saludables y nutritivos.