Los eventos meteorológicos extremos como huracanes, tormentas, tsunamis, sequías e inundaciones son cada vez más intensos y frecuentes, y sus impactos sanitarios golpean especialmente a las poblaciones más vulnerables.
Según proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el 2030 se producirán en el mundo unas 250.000 muertes anuales atribuibles al cambio climático, por golpes de calor, diarreas, infecciones y problemas nutricionales. A nivel global, un 23% de las muertes son atribuibles a factores ambientales, y la cifra asciende al 26% en niños menores a 5 años.
De acuerdo al Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), el grupo de expertos de la ONU que analiza publicaciones científicas de todo el mundo, la temperatura media global ya aumentó más de 1°C desde fines del siglo XIX, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de las actividades humanas, y se prevé que alcanzará o superará los 1.5 C en los próximos 20 años.
Para la climatóloga e investigadora Matilde Rusticucci, integrante del IPCC, ”la crisis climática tiene un impacto concreto en la mortalidad, por olas de calor y de frío, que es mayor en los niños menores de 5 años, las personas con enfermedades preexistentes y los mayores de 65”.
Pero también hay efectos indirectos, ya que “debido a las olas de calor y las sequías hay menos producción de alimentos, lo que impacta en la seguridad alimentaria. Y luego tenemos dengue, xica y chikungunya, infecciones transmitidas por un mosquito que hoy se expande en zonas donde antes no llegaba”.
”La crisis climática tiene un impacto concreto en la mortalidad, por olas de calor y de frío, Matilde Rusticucci.
A esto se suman “enfermedades producidas por la mala calidad del agua, a consecuencia de una inundación, como dolencias gastrointestinales y diarreas, que son más peligrosas en los niños. Y como resultante de una mayor frecuencia de incendios, debido a las sequías y olas de calor, se agudizan los problemas respiratorios”, enumera.
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Impactos según las regiones
En el Noroeste del país, el aumento de las temperaturas y la alteración en el régimen de lluvias generan mayor incidencia de enfermedades transmitidas por mosquitos y parásitos. “Estamos viendo un agravamiento de las enfermedades intestinales transmitidas por parásitos como los geohelmintos”, dice María Victoria Periago, especialista en parasitología y coordinadora científica de la Fundación Mundo Sano, que trabaja monitoreando las condiciones de salud en comunidades indígenas en Tartagal, provincia de Salta.
En la Patagonia, el cambio climático podría favorecer la irrupción de hantavirus, una enfermedad infecciosa transmitida por el ratón colilargo, que afecta el sistema respiratorio y si no es detectada y tratada a tiempo, puede ser mortal. El aumento del riesgo está relacio-nado con las floraciones de caña colihue, de las que se alimenta el ratón. “Por eso es clave hacer campañas de educación y concientización, con recomendaciones como evitar el contacto con roedores y desinfectar y ventilar los lugares donde puedan haber quedado heces u orina”, destaca Beatriz Dávila, profesora en ciencias biológicas y educadora ambiental en el Parque Nacional Nahuel Huapi.
Pero el cambio climático también induce a migrar, y entonces enfermedades que eran endémicas de ciertas regiones, como el Chagas en el Norte, se trasladan a otros territorios. “No podemos seguir pensando estrategias aisladas para enfrentar la crisis climática y sus efectos”, dice la bióloga e investigadora Soledad Santini, integrante del colectivo Mujeres en Diálogo Ambiental.
“Hay que replantearse el modelo económico: producir alimentos en lugar de commodities, impulsar la economía circular para generar me-nos residuos, y ser respetuosos del ambiente del que formamos parte, en lugar de vernos por encima de él”, propone.
“Hay que replantearse el modelo económico: producir alimentos en lugar de commodities, impulsar la economía circular para generar menos residuos, y ser respetuosos del ambiente del que formamos parte, en lugar de vernos por encima de él”, Soledad Santini.
Eco-ansiedad
La crisis climática no sólo tiene impactos en la salud física, sino también en la salud mental. “Después de un evento catastrófico como un huracán o una inundación y del estrés agudo que causan, sobreviene un período subagudo que aumenta el riesgo de sufrir ansiedad, depresión, consumos problemáticos, suicidios y pérdida de la capacidad productiva de las personas”, dice Bernabé Ibáñez, médico psiquiatra, miembro de la Comisión Directiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) y participante del Grupo de Trabajo en Salud Mental Ambiental y Urbana de esa asociación.
“Las olas de calor producen irritabilidad y cambios en el humor, además de alteraciones de la salud en general”, apunta Nora Leal Marchena, médica psiquiatra infanto juvenil y coordinadora del Grupo de Trabajo en Salud Mental y Urbana de APSA. Numerosos estudios muestran que las olas de calor aumentan la violencia y el consumo de alcohol y otras sustancias, e impactan negativamente sobre las personas que ya tienen alguna enfermedad psiquiátrica.
Un fenómeno en ascenso es la ansiedad climática, sobre todo a edades tempranas. “Los grandes no hemos crecido consumiendo agroquímicos y microplásticos, pero los jóvenes sí. Y esto les genera una preocupación recurrente acerca de qué se puede esperar para el día de mañana”, comenta Leal Marchena.
Ambos psiquiatras coinciden en que un punto importante es dar crédito, no desestimar a aquellas personas que sufren alteraciones emocionales a consecuen-cia del cambio climático. “No es locura, ni delirio, ni paranoia”, dice Ibáñez. “Si alguien tiene asma y vive en una zona muy contaminada o afectada por humo de incendios, es lógico que tema salir de su casa, y que eso le cree problemas laborales y repercuta en su estado anímico”, sostiene.
“El Estado y las empresas deben y pueden implementar acciones para enfrentar y ser resilientes frente al cambio climático, pero también cada uno de nosotros”, afirma Leal Marchena. “Frente a esta sensación de que no se puede hacer nada, existen acciones posibles: se puede dejar de comprar cosas que no se necesitan; cuidar la luz, el agua; hablar del tema con otros, cambiar hábitos, enseñar, hacer”, propone.
«Si alguien tiene asma y vive en una zona muy contaminada o afectada por humo de incendios, es lógico que tema salir de su casa, y que eso le cree problemas laborales y repercuta en su estado anímico”, Bernabé Ibañez.
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Andrea Hurtado Epstein, gerenta del programa de cambio climático para América Latina en la ONG Salud sin Daño, destaca que “la población se ve afectada en forma directa por lesiones y muertes causadas por eventos climáticos extremos, o de manera indirecta por eventos a largo plazo, desde el aumento en la frecuencia y distribución de enfermedades transmitidas por mosquitos al impacto de sequías e inundaciones en la producción y el acceso a alimentos”. Y advierte que “todo esto genera una presión adicional sobre los sistemas de salud, que ya estaban sobrepasados antes del coronavirus y más aún luego de tres años de batallar con la pandemia”.
En cuanto a las soluciones o vías de acción para prevenir o mitigar los efectos del cambio climático en la salud, son variadas: “proveer de una infraestructura adecuada y resiliente a los hospitales y centros de salud, que deberían ser los últimos edificios en quedar en pie ante una contingencia; asegurar su cadena de suministros y capacitar a su personal para enfrentar emergencias climáticas cada vez más frecuentes”, propone la representante de Salud sin Daño.
«Los hospitales y centros de salud, deberían ser los últimos edificios en quedar en pie ante una contingencia”, Andrea Hurtado.
Acciones reparadoras
Magalí Ovejero (32), licenciada en Ciencias Ambientales e integrante de la ONG Ecología Patagonia Sur (Ecopa Sur), busca generar cambios desde la investigación, el activismo y la educación. Para esto realiza videos cortos de divulgación y brinda charlas en escuelas y barrios vul-nerables. “No es fácil crear conciencia ambiental cuando hay chicos de 10 años que no saben leer o no tienen agua potable”, admite. “Pero la educación es la única herra-mienta posible para transformar esta realidad”.
Jenifer Navarro (27) estudiante de Ingeniería Ambiental en la Universidad Nacional de Río Negro, es una de las fundadoras de Jóvenes por Bariloche, una ONG que se dedica a reciclar, organizar jornadas de limpieza, a producir alimentos y plantar árboles nativos en forma comunitaria. “Al principio nos movilizamos por el miedo, pero no nos quedamos paralizados”, explica la joven y cuenta que uno de sus proyectos se llama Reciclado para la Salud. “Si reducimos la generación de residuos en nues-tros hogares, va a ser menos lo que va a parar al verte-dero. Tenemos que pasar de las acciones individuales a las colectivas”, reflexiona.
El cambio climático no es un problema a futuro. Ya está afectando la salud humana, ambiental y social. Mitigar sus efectos requiere de conocimientos y herramientas tecnológicas, pero también de cambios de hábitos y culturales profundos.
Primer hospital bioclimático de la Argentina
En plena Puna jujeña, a 3.600 metros sobre el nivel del mar, funciona desde 2011 el primer hospital bioclimático de la Argentina. El edificio, ubicado en la localidad de Susques cercana al límite con Chile, ofrece aislación y eficiencia energética en una zona con gran amplitud térmica, abundante viento y radiación solar.
Para levantar sus paredes se utilizó una piedra conocida como cuarcita, que tiene una alta conductividad del calor. Su fachada exterior fue pintada de negro, para favorecer la absorción solar, y las ventanas cuentan con doble vidriado separado por una cámara de aire, para generar mayor aislación.
Previo a su construcción, se realizó una evaluación del comportamiento térmico y de la captación de radiación so-lar mediante un programa de simulación computacional.
Valeria Guerrero, especialista en bioimágenes, quien trabajó en el Hospital bioclimático de Susques, cuenta que “el edificio está preparado para conservar una temperatura estable y agradable en todo momento, y es el único hospital materno infantil y de alta complejidad a 400 kilómetros de la capital de Jujuy”.
El centro de salud atiende tanto a integrantes de las comunidades originarias cercanas, como a turistas y accidentados en la ruta de montaña. “Hay servicios de laboratorio, radiología y tomografía computada, y cuenta con todas las especialidades”, comenta Guerrero.
Informes: Elisa Soto, Laura García Oviedo, Milagro Plasencia y Gabriela Navarra. Esta nota fue posible gracias a una beca de Latinclima, AECID y el Centro Científico Tropical, por medio de la iniciativa Historias que cuentan cambios.