El aguará-guazú (Chrysocyon brachyurus) es el mayor de los cánidos sudamericanos. Su nombre es una voz guaraní que significa “zorro grande”: con su pelaje rojizo, hocico afilado y grandes orejas, no es difícil ver la similitud que tiene con los verdaderos zorros, como el zorro colorado. También se lo llama “lobo de crin”, en referencia a la mata de pelaje oscuro que le corona la nuca. Sin embargo, este animal es único en su género, y su pariente más cercano es otro cánido conocido como guará o zorro de Malvinas, que se extinguió a finales del siglo XIX.
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Su área de distribución comprende los pastizales y humedales del centro de Sudamérica: originalmente, podía encontrárselo en zonas de Brasil, Paraguay, Perú, Argentina y Bolivia. Uno de sus rasgos más distintivos es la longitud de sus patas, que le permite tener una buena visión en las zonas de pastos altos en donde se mueve.
Suele cazar en las últimas horas de la tarde y las primeras de la mañana, este hábito puede variar de acuerdo a las condiciones del ambiente en el que se encuentra. Es un animal mayormente solitario pero que forma parejas estables, que cuidan de camadas de dos o tres cachorros. Su vocalización es tan particular como su apariencia, y queda a medio camino entre un ladrido y un aullido.
una especie que hay que proteger
Hoy en día, es cada vez más difícil ver a un aguará en su hábitat natural. Por un lado, esto se debe a su naturaleza tímida y hábitos esquivos; pero, por el otro, y como tantas otras especies, el aguará tiene cada vez menos territorio en el que cazar, comer y reproducirse.
Se estima que quedan menos de 17.000 individuos que viven, mayormente, en Brasil. Allí es donde se enfrentan a una problemática cada vez más incidente: la desforestación. Al ritmo actual, se estima que, en los próximos años, la población de esté país disminuirá hasta un 56%. En países como Argentina, Perú y Bolivia, por otro lado, el aguará vive en pequeñas subpoblaciones aisladas, que se ven amenazadas por distintas problemáticas.
La pérdida y fragmentación de hábitat no es el único problema que este falso zorro grande enfrenta. Otro de ellos es la caza, que tiene varios motivos: por empezar, el aguará es uno de los tantos animales víctimas del tráfico ilegal para mascotismo o exhibición. También es perseguido por cuestiones culturales: su apariencia extraña ha llevado a que se lo asocie con el lobizón, el supuesto hombre-lobo americano.
Además, más allá de las supersticiones, no es extraño que pobladores rurales busquen eliminarlo con la creencia de que representará una amenaza para su ganado, o para ellos mismos. Nada más lejos de la realidad, porque el aguará es omnívoro, y, cuando no se está alimentando de frutas, caza poco más que pequeños mamíferos. Por último, estas interacciones negativas con poblaciones humanas no se limitan a la cacería: también son un problema los perros domésticos que pueden atacarlo o transmitirle enfermedades, y los accidentes de tráfico por vehículos que circulan a altas velocidades.
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El aguará-guazú es un animal emblemático de Sudamérica, único en el mundo. En un planeta sumido en una crisis ambiental, donde cada día desaparece más y más biodiversidad, protegerlo es proteger parte del patrimonio cultural y biológico de la región. Para esto, además de acciones de conservación y medidas que protejan su hábitat, es necesario conocerlo, y saber que podemos y debemos convivir con él, y con el resto de la fauna silvestre, sin problemas.
Referencias: Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.