Corría el año 1979 cuando Edouard T. Arsenault recibió una postal que cambiaría su vida y la historia de la Isla Príncipe Eduardo en Canadá. La postal se la había enviado su hija y llevaba la imagen del castillo de cristal ubicado en la Isla de Vancouver. Al verla, Edouard quedó maravillado.
A partir de ese momento, el futuro del jubilado de 65 años estaba marcado por esa imagen y un sueño: construir su propia casa de cristal. Sin embargo, él sabía que hacerlo debía tener un impacto, debía dejar una huella y un legado. Por eso, esta casa no iba a ser como la de Vancouver, sino que iba a ser una obra de arte: una casa hecha de botellas.
Así comenzó la historia de Edouard, una historia plagada de paciencia y empeño. Su proyecto se hizo conocido entre vecinos, amigos y parientes que conservaban las botellas al terminar de beberlas. Los restaurantes y salones de baile también se sumaron a la iniciativa colectiva sumando su aporte.
Edouard pasó un invierno entero limpiando minuciosamente las botellas y enseguida se puso a trabajar. Cuatro años después, ya había creado tres alucinantes recintos reutilizando más de 25.000 botellas de vidrio de diferentes tamaños, colores y formas. Este proyecto no tardó mucho en convertirse en uno de los atractivos turísticos más importantes de la zona.
En total se construyeron cinco edificaciones dentro del mismo predio. El primero de los recintos fue abierto en 1984 y fue conocido como “The Six Gabled House”. La construcción fue hecha con 12.000 botellas; la segunda, fue “The Tabern”, una taberna única por su luminosidad construida con 8.000 botellas; "The Capel", una capilla única construida con 10.000 botellas en las que la luz del atardecer refleja en las botellas y se filtra por detrás del altar, otorgándole un detalle místico y encantador. “The giant Bottle”, una simbólica estructura con forma de botella y “The bottle Flower” una escultura de hierro y botellas de vidrio creada por Lucie Bernadette Bellemar.
Por último, debido al gran atractivo turístico que ocasionó la construcción, se creó otra habitación: "The gift shop", en la que se puede comprar souvenirs hechos de vidrio, arena y otros materiales reciclados.
Arsenoult falleció en 1984 dejando un legado único. Su amor por el reciclaje y su espíritu emprendedor se contagian al visitar este lugar. The Bottle house no es solo una casa hecha de botellas si no también una muestra de que con paciencia y convicción cualquier sueño se puede hacer realidad.