La timidez es un rasgo que afecta tanto a humanos como a animales, pero resulta que los árboles también la desarrollan. La timidez botánica, conocida como la timidez de los árboles, es un fenómeno observado en algunas especies arbóreas por el cual las copas de los árboles frondosos no se tocan entre sí, formando un dosel con brechas o espacios que les permite desarrollarse sin afectar al resto de individuos.

Este fenómeno suele suceder entre árboles de la misma especie, aunque también ocurre entre árboles de diferentes especies. Es evidente que la naturaleza en general y los árboles en particular han desarrollado una capacidad de respeto e integración. Nosotros, que nos hacemos llamar “sociedad inteligente”, deberíamos ser capaces de poner en práctica esta capacidad de respeto propia de la naturaleza.

Este fenómeno sorprendente que se da en la copa de los árboles ha sido discutido por la comunidad científica desde 1920 y aún así, no ha llegado a un consenso que explique el mecanismo que da lugar a la timidez de los árboles.

Uno imaginaría que las ramas de árboles añosos, altísimos, se tocan unas con otras allá arriba en la copa. Sin embargo, muchas no lo hacen. Timidez de la corona. Así se llama este fenómeno por el cual algunas especies tienen coronas que, en lo más alto, nunca llegan a tocarse con las de otros árboles y dejan un saludable espacio entre ellas que permite a ambos ejemplares crecer con comodidad.

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Timidez de la corona se llama el fenómeno por el cual algunas especies tienen coronas que, en lo más alto, nunca llegan a tocarse con las de otros árboles y dejan un saludable espacio entre ellas que permite a ambos ejemplares crecer con comodidad.

Hipótesis que explican la timidez de los árboles

Pese a existir numerosas hipótesis, podemos decir que existen tres principales que explican este comportamiento de los árboles: la hipótesis de la fricción, la hipótesis de la alelopatía y la hipótesis de los fotorreceptores. Veamos en que se basa cada una de ellas.

El término “timidez de los árboles” (crown shyness en inglés) fue acuñado por primera vez en los años 50 por el botánico australiano Maxwell Ralph Jacobs en su libro Hábitos de crecimiento del eucalipto. Maxwell, sostenía que este fenómeno se debía a la abrasión que producen unas hojas contra otras cuando se rozan a consecuencia del viento que mueve los árboles. Pero esta teoría parece haber sido descartada por la mayor parte de la comunidad científica.

En botánica, la alelopatía es cualquier efecto -positivo o negativo- que una planta transmite a otra a través de la producción de diferentes compuestos químicos. Estos compuestos son los denominados aleloquímicos. En otras palabras, las plantas y árboles, se comunican entre ellos mediante señales químicas. Esta relación se produce más frecuentemente entre árboles y plantas de la misma especie, aunque también se da entre individuos de distinta especie. Esta hipótesis es la que cuenta con mayor respaldo actualmente.

Las plantas, además de las señales químicas, han desarrollado mecanismos que les permite detectar y sentir la luz de distintas longitudes de onda y generar respuestas celulares para optimizar su crecimiento y desarrollo, minimizando eventuales daños.

Los árboles y las plantas, mediante los fotorreceptores fitocromo (sensores de luz capaces de detectar la zona de luz roja lejana), son capaces de percibir la proximidad de otros individuos. A su vez, otro tipo de fotorreceptores detectan la luz azul para evitar las zonas de sombra producidas por otros individuos.

El conjunto de todas estas señales lumínicas captadas provocarían en el árbol la respuesta de alejarse del adyacente y obtener así una mayor cantidad de luz imprescindible para hacer la fotosíntesis.

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Una relación entre árboles todavía incierta

Como decíamos, la causa exacta de la timidez de los árboles es incierta. Por el momento, parece que ésta timidez obedece más a una relación de colaboración entre individuos y especies por la supervivencia en lugar de una competición. O dicho de otra forma: se trata de una convivencia y neo de una supervivencia.

De acuerdo a esta teoría, cada árbol fuerza al árbol vecino a formar un patrón por el cual maximiza la recolección de luz y recursos y minimiza la competencia que pueda resultar dañina para la supervivencia de la mayoría. Así, vistos desde abajo forman un dibujo que deja entrever, entre el verde y marrón del follaje, pedazos de cielo que lo recorren como un río. Ya sea por accidente o diseño natural, es una suerte de tregua entre competidores.

Estas prácticas colaborativas entre individuos y especies desarrolladas por la naturaleza deberían hacernos reflexionar y poner en práctica modelos colaborativos que nos permitan encontrar soluciones sostenibles a largo plazo y, colaborar para afrontar los desafíos del Planeta”, para lograr una sociedad más equitativa, unos entornos naturales más sanos y, como consecuencia, una mejora en las condiciones de vida.