Regina Tchellynació al norte de Brasil en una familia de pocos recursos. Desde pequeña aprendió que tirar algo a la basura realmente era la última opción. En su casa todo se aprovechaba, incluso la tierra. En la parte de atrás, se plantaban vegetales y frutas que luego se transformaban en sus platos de comida. Para ella, eso siempre fue "lo normal".
Pero cuando fue mamá comenzó a trabajar como empleada doméstica y ahí vivió de cerca una realidad que hasta el momento ignoraba: la cantidad de alimentos en buen estado que se desperdiciaban todos los días. Esa situación la movilizó tanto que decidió tomar partido.
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Así nació "Favela Orgánica", una iniciativa que ayuda a las personas que viven en las favelas (barrios vulnerables de Brasil) a cultivar su tierra y cocinar sin desperdiciar absolutamente nada. Tallos de vegetales, hojas que están un poco arrugadas, semillas... ¡Todo puede servir!
"Cosas como las semillas, que no usamos en las comidas, se convertían en aperitivos o se usaban en la medicina tradicional, o para alimentar el ganado. Por eso no me veo haciendo algo innovador. Lo que hago es revitalizar prácticas que siempre formaron parte de la cocina tradicional brasileña, como la feijoada", señala en una entrevista.
Regina comenzó con un taller en su casa y hoy lidera una red de apoyo a mujeres y niños. Más de 30 mil personas han aprendido a cultivar sus vegetales en sus pequeñas fracciones de tierra, preparar abonos, y a convertir cualquier cosa que se les ocurriría tirar (como las cáscaras de banana) en platillos. Además se han desarrollado 40 huertos urbanos.
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El proyecto incluye aprendizajes que tienen que ver con los comportamientos de selección, compra, preparación, consumo y descarte de los alimentos; y se autofinancia con las actividades como cursos, charlas, capacitaciones o servicios de catering, que realizan fuera de favelas.
De acuerdo la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el desperdicio mundial de alimentos representa un tercio de todos los producidos. Además, Brasil desperdicia alrededor de 40.000 toneladas de alimentos por año.
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Con 35 años, Regina aún vive en Morro da Babilônia, una favela de Río de Janeiro y sigue confiando que aún tenemos mucho para hacer para combatir el hambre y frenar el desperdicio, cada uno desde su lugar, con amor, paciencia y voluntad de cambio.