La preocupación por el estado de nuestro medio ambiente sigue aumentando ante el avance imparable de la industria humana. Diversas organizaciones a nivel mundial luchan diariamente por la protección de los espacios naturales, y un estudio científico ha demostrado cuánta naturaleza virgen realmente queda en el planeta.
Y la respuesta no es alentadora.
Según un mapamundi de la vida salvaje del planeta publicado por la revista Nature, los ecosistemas vírgenes del planeta son cada vez menos y más pequeños. El estudio fue realizado por la Universidad de Queensland, en Australia y por la Sociedad para la Conservación de la Fauna (WCS), y reveló que cinco países aún conservan gran parte de sus ecosistemas intactos del mundo.
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Estos cinco países son Rusia, Canadá, Australia, Estados Unidos y Brasil. En conjunto concentran el 70% de los ecosistemas intactos al día de hoy. Los investigadores también aclararon que hasta el 94% de las tierras vírgenes del planeta se concentran en 20 países.
Estos cinco países son Rusia, Canadá, Australia, Estados Unidos y Brasil.
El mapa demuestra que el ser humano ha llegado ha dejado su huella destructiva en el 77% de los ecosistemas terrestres, excluyendo la Antártida. Otra revelación del estudio es que el 87% de los ecosistemas marinos se ha visto modificada profundamente debido a la actividad humana.
Si se compara con la situación de hace un siglo, cuando solo el 15% de la superficie terrestre se usaba para la agricultura, es un escenario desolador y deprimente.
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El mapa es una actualización de un mapa realizado por los mismos expertos en 2016, y en solo 2 años se ha registrado la pérdida del 10% de su superficie salvaje del mundo, es decir, un área equivalente a 6 veces España, en solo 24 meses.
La corrupción de estos ecosistemas vírgenes representaría efectivamente la destrucción de los últimos reductos de biodiversidad en el planeta, y sus efectos sobre el cambio climático, la conservación de las especies y los grupos humanos más vulnerables sería catastrófico.
Las tierras salvajes está literalmente encogiéndose y desafortunadamente no hay indicios de que su destrucción vaya a desacelerar en el futuro.
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