Por Sergio de Miguel Magaña, Universitat de Lleida*
Es tiempo de setas. Las buscamos en los bosques y en los mercados. Las consumimos en casa y en los restaurantes. Es bien conocida su importancia socioeconómica, debida a su interés comercial y a su gran valor gastronómico y cultural.
Pero, mientras nos deleitamos con semejantes manjares, apenas somos conscientes del papel que cumplen los hongos en la conservación de la diversidad de los bosques y en su capacidad de adaptarse al cambio climático y mitigar sus impactos.
Los hongos proveen múltiples servicios ecosistémicos que resultan determinantes para la vida del planeta y el bienestar de la humanidad.
La Wood Wide Web: la internet del bosque
La seta es al hongo lo que el fruto al árbol. Supone tan solo una pequeña (aunque importantísima) parte, que le permite diseminarse mediante la dispersión de las esporas almacenadas bajo el sombrero de la seta. Pero la mayor parte de esos mismos hongos cuyos “frutos” consumimos está oculta bajo el suelo que pisan nuestros pies mientras caminamos por el bosque.
En esa porción de suelo que no vemos, los hongos conectan todo el ecosistema forestal a través de una compleja “red social”. Es lo que los científicos denominamos la Wood Wide Web, la Internet del bosque. Esa red sostiene la vida de esa fracción del mundo que sí vemos.
Boletos, oronjas, níscalos y muchas otras especies de setas comestibles viven en simbiosis con los árboles a través de ectomicorrizas. La etimología griega del término micorriza alude a la unión entre mýkēs (hongo) y rhiza (raíz), la íntima conexión que muchas especies de hongos establecen con las raíces de los árboles.
Los hongos y el cambio climático
Los hongos ectomicorrícicos recubren las raíces incrementando la capacidad de absorción de agua y nutrientes por parte de los árboles. Contribuyen así de manera decisiva a la vitalidad y desarrollo de los bosques.
En un contexto de cambio climático, sin la ayuda de los hongos, los árboles tendrían aún más dificultades para sobrevivir en unas condiciones cada vez más áridas. Los hongos pueden desempeñar un papel clave en la adaptación de los bosques al cambio global.
A su vez, los hongos micorrícicos reciben de los árboles los nutrientes que necesitan para prosperar. Ese alimento son carbohidratos que los árboles almacenan mediante la absorción de CO₂ (gas de efecto invernadero) a través de la fotosíntesis.
Los árboles contribuyen de esta forma a mitigar el cambio climático, reduciendo la concentración de CO₂ de la atmósfera. Pero son los hongos ectomicorrícicos unos de los principales responsables del almacenamiento de ese carbono en el suelo de los bosques.
Sin embargo, investigaciones de alcance mundial que impulsamos desde la Global Forest Biodiversity Initiative sugieren que el cambio climático podría reducir significativamente la simbiosis ectomicorrícica a escala global.
Su substitución por otros tipos de simbiosis menos eficientes a la hora de almacenar carbono podría incrementar el CO₂ atmosférico, exacerbando así el círculo vicioso del cambio climático.
Los hongos y la biodiversidad
Los hongos juegan, además, un papel clave en la biodiversidad de los bosques del planeta. Estudios recientes sugieren que las ectomicorrizas protegen a los árboles frente a hongos patógenos mejor que otros tipos de micorrizas.
Donde predominan los hongos ectomicorrícicos, los árboles tienden a crecer en grupos densos de una misma especie. En cambio, donde predominan otras micorrizas, la diversidad de especies suele ser mayor. No en vano, los hongos patógenos comestibles como la Armillaria mellea son claves en los procesos de mortalidad y regeneración del bosque y, por ende, en su diversidad.
También los hongos saprobios comestibles como la Macrolepiota procera, que se nutren de materia orgánica muerta, juegan un papel fundamental en el ciclo de nutrientes y en el funcionamiento del ecosistema.
Esta red subterránea de conexiones ha sido descrita como una verdadera red de comunicación del bosque. Por ella los árboles pueden compartir recursos y nutrientes. También sirve para que las plantas se “avisen” en caso de padecer el ataque de organismos patógenos.
Todo ello contribuye a cambiar la manera en que concebimos los bosques. Ecosistemas cuyo complejo funcionamiento no solo resulta de la competición por la supervivencia, sino también de una suerte de cooperación entre individuos, especies y organismos diferentes en aras del mantenimiento de la vitalidad del ecosistema en el que viven.
Gestión forestal para conservar los hongos
¿Qué podemos hacer para preservar un recurso tan valioso? Ese es el objetivo que nos planteamos desde el ámbito de la micosilvicultura, una disciplina de la ciencia forestal que aboga por una gestión forestal multifuncional orientada a la producción de setas y a la conservación de la diversidad micológica y de sus funciones ecológicas.
Mediante la investigación forestal contribuimos a comprender mejor el funcionamiento de los bosques, también de esa parte que no vemos bajo el suelo.
En la Universidad de Lleida y el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña contamos con uno de los dispositivos de investigación sobre hongos forestales más importantes del mundo. Lideramos avances científicos en ecología forestal y sobre el efecto de la gestión forestal en la producción de setas y la diversidad de hongos del suelo.
Hemos comprobado que los bosques bien gestionados pueden producir más hongos comestibles sin comprometer su diversidad. Es también necesario regular su recolección para concienciar a la sociedad sobre la importancia socioeconómica y ecológica de los hongos, y preservar su diversidad y productividad.
Para que todo ello acabe redundando en una mayor vitalidad de los montes, no hay que olvidar la necesidad de políticas que incentiven la gestión forestal sostenible. Estas contribuyen a revertir el progresivo abandono de nuestros bosques y promueven un nuevo modelo de desarrollo socioeconómico basado en la bioeconomía.
Una nueva mirada sobre las setas
Las setas no solo constituyen un importante pilar de nuestras economías y tradiciones gastronómicas. De ellas también depende, en buena medida, la vida del planeta tal y como la conocemos. Al fin y al cabo, nuestra vida. Por eso, valorar y conservar el recurso micológico es uno de los grandes favores que podemos hacernos como sociedad.
*Sergio de Miguel Magaña, Profesor de Ciencia Forestal, Director del Global Forest Biodiversity Initiative Hub, Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el original.