La salud del planeta, como si se tratara del cuerpo humano, depende de que todas sus partes funcionen bien, y de manera articulada. De esta forma, la preservación de los cetáceos que se promueve mediante el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines, es de vital importancia para la conservación del ecosistema marino y, por ende, de toda la tierra.
Así lo entiende Miguel Iñíguez, presidente de la Fundación Cethus, quien explica que en ese engranaje perfecto que es la vida submarina, los bosques de macroalgas tienen un rol fundamental: “Además de su importante función en la oxigenación del planeta, los bosques de algas sirven de sustento a muchas especies, entre ellas gran cantidad de cetáceos, como es el caso del delfín austral, una especie que tiene una dependencia muy grande de los colchones de algas y que se ve en las costas de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego”.
Siendo las ballenas y los delfines los cetáceos más importantes para la salud de los ecosistemas marinos, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) declaró el 23 de julio como el Día Mundial Contra la Caza de Ballenas en 1986, fecha que luego se convirtió en el “Día Mundial de las Ballenas y los Delfines”, tal cual lo conocemos hoy. “En 1986, la CBI implementó una moratoria a la captura comercial de ballenas, lo que quizás fue el paso más importante que se dio hasta ese momento para su conservación. Antes de aquella fecha todavía se realizaban capturas comerciales de miles de ejemplares en todo el planeta. Si bien todavía se siguen cazando, por suerte cada vez son menos y, desde entonces, varias de las poblaciones comenzaron a recuperarse”, aporta Iñíguez.
En Argentina, son varias las especies de ballenas que habitan nuestras aguas, siendo la más emblemática de todas, la ballena franca austral. “Con la recuperación de la población de estos animales en nuestro país, hoy pueden verse ejemplares con frecuencia no solamente en Península Valdés, sino a lo largo de todo el litoral patagónico, con presencia de ballena franca en la costa bonaerense, Río Negro, a lo largo de la costa santacruceña y también con registros en Tierra del Fuego”.
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La Fundación Cethus, creada en 1992, ha trabajado desde sus orígenes en la investigación y conservación de cetáceos. “Si bien Cethus trabaja exclusivamente temas de cetáceos, al planeta y al mar hay que abordarlo desde un enfoque ecosistémico”. En esa mirada global, Iñíguez resalta la importancia de convenios como el que recientemente firmaron el Gobierno de Santa Cruz junto con la Fundación Por El Mar, Ambiente Sur y Conociendo Nuestra Casa: “Si uno trabaja solo, los objetivos jamás se alcanzan. Por eso es muy importante que los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales trabajen juntos por la conservación; de esta manera podemos lograr objetivos concretos”.
Miguel destaca que, en el mencionado convenio, uno de los puntos implica la conservación de los bosques de algas de Santa Cruz. “Otorga un gran marco de protección de lo que son nuestras costas y mares, ya que varias especies de cetáceos tienen una importante dependencia de los colchones de algas”. En este sentido, explica que “la creación de nuevas áreas protegidas o la expansión de las mismas con una base sólida científica es lo que va a permitir que nuestros mares y costas puedan ser protegidos”.
“Más allá de los compromisos que adopte cada país (en este momento, por ejemplo, está el compromiso 30x30 que implica que para 2030 el 30% de cada país esté protegido), la creación de áreas protegidas es nuestra herramienta para preservar el planeta y conservar las especies que tienen relevancia, algunas de ellas en peligro de extinción”.
Las tareas de investigación que realizan, van desde las costas santacruceñas hasta la Antártida, lo que incluye las campañas a bordo del rompehielos ARA Almirante Irizar: “En ellas hacemos observación y también acústica de cetáceos. Toda la información recopilada forma parte de la CBI (programa internacional) y los resultados también son brindados al Instituto Antártico Argentino. La idea es que pueda ser utilizado como soporte en la propuesta de área marina protegida que, junto con Chile, se viene tratando de que se adopte para la zona cercana a la Península Antártica”.
“Durante los viajes en el Irizar, también trabajamos con dos especies de pequeños delfines, presentes en el Atlántico sur occidental: la franciscana y el delfín nariz de botella, una subespecie de la cual sólo quedan 600 ejemplares. Tenemos todo nuestro esfuerzo puesto en la conservación de estas especies”.
En la última campaña realizada por el Irizar, durante el verano 2023, se logró grabar cachalotes: “Sucede con los cachalotes y otra familia poco conocida como son los delfines picudos o sirios, que muchas veces no los vemos, pero si conseguimos grabarlos, entonces, nos dan la idea de los lugares donde están presentes. También hemos visto ejemplares la segunda especie en tamaño luego de la ballena azul, en áreas donde antes no estaban. En la recorrida se han visto ballenas sei jorobadas y una ballena azul, un dato importantísimo porque cada avisaje de esta especie es valioso: se cree que la población actual es solo el 2% del número original de ballenas azules antárticas”
Ballenas en Argentina
Sobre la situación de los cetáceos en las aguas argentinas, Miguel Iñíguez afirma que “en nuestro país tenemos una importante presencia de ballenas. En las costas de Santa Cruz y de Tierra del Fuego, además de la ballena franca, las otras dos especies que se están viendo son la ballena sei -que es la tercera en tamaño- y la ballena jorobada. Y en un escalón por debajo, también hay registro de ballenas sei para las aguas del golfo San Jorge”.
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Esta época del año es el momento ideal para observar ballenas en Santa Cruz: “En estos momentos de invierno es cuando las ballenas francas están migrando desde las áreas de alimentación -en las aguas subantárticas y frente a nuestro litoral- hacia Península Valdés. Los lugares de observación principales son la zona del golfo San Jorge, en particular Caleta Olivia y Comodoro Rivadavia, y el Cabo Vírgenes. Además, en la zona del canal de Beagle hay registros tanto de ballenas jorobadas como de ballenas sei, por lo cual las dos provincias aportan al avistaje de estos grandes animales”.
Miguel destaca que todo el Atlántico Sur es un área de no captura de ballenas y que, en la actualidad, las amenazas más importantes que sufren los cetáceos son los efectos del cambio climático sobre su principal alimento, el krill. “Hay que tomar decisiones urgentes para mitigar el cambio climático: si se reduce la cantidad de krill, esto afecta no solo a las ballenas sino a todas las especies que se alimentan de krill. Por otro lado, en las zonas donde existe un alto tráfico de embarcaciones ocurren impacto sobre las ballenas y las embarcaciones más grandes a veces ni se dan cuenta. Además, hay mortalidad por los aparejos de pesca, ya que los animales quedan enredados y, como son mamíferos, necesitan salir a superficie para respirar, así que terminan muriendo ahogados o por alguna amputación”.