Por Alejandro Sturniolo*
En los últimos años se ha hablado cada vez más sobre los “contaminantes emergentes” o, mejor llamados, “contaminantes de preocupación emergente”, debido a que hace tiempo, y bastante, conviven entre nosotros. Los más nombrados últimamente son los microplásticos (MPs), pequeñas partículas de plásticos que por más pequeñas que sean pueden albergar todo tipo de sustancias en su interior o superficie, tales como virus, bacterias, metales pesados, hasta sustancias dañinas para la salud que eludimos diariamente en nuestros hábitos alimenticios sin saber que son responsables de enfermedades endócrinas.
Debido a su contextura y peso, los microplásticos tienen la capacidad de flotar en nuestras aguas, percolar en nuestros acuíferos y trasportarse a través de los vientos atmosféricos, pudiendo moverse desde el Ártico hacía los picos más altos del planeta.
Consumimos grandes e innecesarias cantidades de plástico, los descartamos en forma irresponsable como si fuera problema de otro. Por su alta estabilidad química estos no se degradan fácilmente, lo que les permite desintegrarse en pedazos cada vez más pequeños hasta llegar a ser invisibles a nuestros ojos, pero de gran tamaño todavía para contener en su superficie todo tipo de contaminantes y funcionar como un perfecto “Caballo de Troya” e ingresar a nuestra cadena alimentaria.
Son descartados al medioambiente a través de efluentes producidos del proceso de lavado de ropa, el mayor aporte de MPs al ambiente (35%), micropartículas generadas del desgaste de los neumáticos de automóviles (28%), descarte plástico convertido en polvo (24%), como residuos de productos de cuidado personal, pinturas, etc. Estos pueden ingresan a nuestra cadena alimenticia en frutas y vegetales, al regar con aguas contaminadas, en la alimentación de la fauna marina o ser consumidos directamente por la red de agua potable o la mayoría de las aguas minerales del mercado mundial. Se estima que el 94% del plástico que ingerimos se debe al consumo de agua y que semanalmente consumimos unos 5 gramos de plástico, el equivalente a una tarjeta de crédito.
Un estudio de la Universidad del Estado de Nueva York realizado en 9 países detecta partículas de microplástico en el 93% de las botellas de agua mineral analizadas. Entre las principales marcas internacionales estudiadas se encuentran: Aqua y Evian (Danone), Nestlé Pure Life y San Pellegrino (Nestlé), Aquafina y Epura (PepsiCo), Dasani (Coca Cola), Gerolsteiner (Alemania), Minalba (Brasil), Wahaha, (China) y hasta el agua mineral de los famosos, Fiji Water, que proviene de la lluvias tropicales del archipiélago. En esta se utiliza el argumento de estar justamente purificada por los vientos ecuatoriales, responsables portadores de los microplásticos en el medioambiente. Finalmente, es filtrada por roca de origen volcánico, donde transfiere sus minerales, pero no llega a filtrar dichos contaminantes.
Por otro lado, un nuevo estudio que analizó 159 muestras de agua de red tomadas en distintos países de cinco continentes. Se encontró en todas la presencia de fibras de plástico microscópicas y que el 83% contenía microplásticos. Esta contaminación no distingue entre naciones ricas y pobres, según señalaron los investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York y la Universidad de Minnesota, quienes participaron en el estudio comisionado por Orb Media, una organización sin fines de lucro en Washington DC.
O sea que estas pequeñas partículas pueden viajar a lo largo de kilómetros sin parar, ingresar a nuestro cuerpo en el alimento o en el agua que consumimos, ser eliminadas mediante las heces humanas, juntarse con el resto de los efluentes, domiciliarios e industriales y, una vez tratados por el sistema sanitario, volver al medioambiente, teniendo una gran posibilidad de, una vez en contacto con todo tipo de sustancias durante su viaje, volver a nuestro organismo, solo que con “algunos pasajeros adicionales”, como sustancias perfluoroalquiladas, metales pesado, virus y bacterias.
Esto sucede en un panorama de dificultad de acceso al agua limpia y segura en la región, estimada en 50 millones de personas, aproximadamente el 8% de la población. Además, el 80% de las aguas residuales que se generan globalmente vuelven al ambiente sin ser tratadas ni recicladas, según la Organización de Naciones Unidas (ONU). Esto deviene en impactos negativos para los seres vivos, incluyéndonos, muchos de los cuales están demostrados y otros son aún desconocidos.
Debemos tomar conciencia, responsabilizarnos y asumir el rol que a cada uno de nosotros nos compete como agentes activos de cambio en virtud de cuidar el recurso del agua, preservar el medioambiente, proteger nuestra vida actual y futura. Estas responsabilidades abarcan a los distintos actores sociales:
Gobiernos: El acceso a agua segura es la gran deuda de los gobiernos, y de la que dependen millones de personas en el mundo. 193 estados se han comprometido con los Objetivos de Desarrollo Humano de la ONU, entre los que se incluyen garantizar la disponibilidad del agua, su gestión sostenible y saneamiento para todos.
Ciudadanía: Vivimos rodeados de plásticos pero podemos elegir. Las etiquetas nos indican de qué están hechos los productos que usamos para lavar ropa, las prendas de vestir y cosméticos que nos ponemos a diario. Los consumidores deben reforzar la regla de las 3R en sus vidas. Esto es “Reducir, Reciclar y Reutilizar”. Sorbetes, “descartables” y otros plásticos de un solo uso deben eliminarse. Existen envases, bolsas y otros elementos que pueden reemplazarse por otros, aprovecharse para nuevos usos y/o reciclarse. Sin embargo, la correcta disposición de los residuos sólidos es una cuestión que nos atraviesa a todos.
Empresas: El tratamiento efectivo de estas aguas es clave para disminuir el impacto. La industria del tratamiento de aguas y efluentes ha decodificado cómo lograrlo y existen las tecnologías para poder llevarlo a cabo, tales como los sistemas de membranas de ósmosis inversa y ultrafiltración. Resta implementarlas para poder reducir también por esa vía el impacto que generamos en nuestros efluentes.
Todos: La conciencia ambiental debe extenderse a todas las actividades, edades y escalas sociales. Así como el COVID-19 ha trastocado la vida de la especie humana, también sucede con los daños vinculados al medio ambiente y en este caso, no hay una vacuna como tal. En Argentina contamos con profesionales capaces de investigar y desarrollar soluciones para evitar la expansión de la contaminación. Pero las pequeñas acciones de millones y millones de personas generan un gran impacto, por eso debemos tener conciencia y contagiarla.
Además, debemos empezar a reutilizar de efluentes. Se puede obtener agua potable para consumo. Para esto deberemos superar la barrera cultural en una sociedad que no está acostumbrada y empezar a consumir agua de esta fuente, aunque sea algo que venimos haciendo por años, también sin ser conscientes de ello.
*Alejandro Sturniolo es Directivo de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (ALADyR) y Vicepresidente de la Asociación Internacional de Desalinización (IDA).