El buceo científico consiste en el uso de técnicas de buceo submarino para llevar a cabo trabajos bajo el agua con el propósito de obtener conocimiento científico. Así, normalmente, esta especialidad es realizada por científicos que a su vez son hábiles buceadores. Debido a la amplia utilidad del mismo, estos estudios pueden enmarcarse dentro de proyectos de investigación desarrollados por universidades, por órganos gubernamentales ambientales u organizaciones involucradas en la conservación. Entre las áreas del conocimiento que más recurren a él se encuentran la biología marina, la oceanografía, la arqueología o la geología; por lo que, si estás estudiando alguna de estas disciplinas y te interesa el buceo, ¡estás de suerte!
Asimismo, su actividad se encuentra regulada por la legislación de cada país y los requisitos necesarios para llevarlo a cabo varían con la geografía. En Argentina, por ejemplo, es necesario ser buzo deportivo certificado y aprobar un curso teórico-práctico impartido por la Prefectura Naval Argentina al que solo se puede acceder si alguna institución científica del país lo solicita. A esto hay que sumarle el hecho de que se disponen de pocas fechas por año para realizarlo y los altos costos del equipo asociados a la actividad, que a su vez suelen dañarse con más frecuencia durante expediciones científicas. Es por ello que en el país no habría más de 100 buzos científicos activos, lo que resulta de un número ínfimo al considerar la extensión de la plataforma oceánica argentina.
Mariano Rodríguez, buzo científico del ICPA-UNTDF (Instituto de Ciencias Polares, Ambiente y Recursos naturales de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego), nos cuenta que gracias a su trabajo ha logrado dar a conocer la presencia de algunas especies en áreas en las que se creía que estaban ausentes o asociar comportamientos reproductivos, como la puesta de huevos en el interior de esponjas, con una determinada especie en el Canal Beagle. Comprometido con dar a conocer la riqueza de nuestros fondos, creó su cuenta de instagram @argentinasubmarina y participó junto con Conicet Documental en la realización de varias grabaciones submarinas como “El Beagle y sus dos naciones”. Además remarca la importancia de la ciencia ciudadana e invita a una comunicación más fluida entre los buzos deportivos y la comunidad científica, siendo que ambos podrían verse muy beneficiados con el intercambio de conocimiento.
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El Buceo científico y sus orígenes
Actualmente el origen del buceo científico sigue siendo materia de discusión pero de lo que no cabe duda es que hace miles de años ya existían apneistas (se conoce con este nombre a quienes aguantan sin respirar bajo el agua) que se sumergían en lugares cercanos a la costa en busca de alimento y otros elementos de valor como perlas o corales. Con sus actividades estos aportaron los primeros conocimientos sobre los océanos pero la curiosidad de la humanidad por los misterios en ellos ocultos no hizo más que crecer a lo largo de los años. Un pintoresco ejemplo de esto último es Alejandro Magno (356-323 a. C.), de quien se dice que, en su afán por conocer las profundidades, se sumergió por medio de una especie de barril vidriado sujeto por cadenas a un barco. No obstante, durante la Grecia antigua y posteriormente también, existió un tipo de ejecución llamado ¨buceo forzado¨ por lo que ciertamente no era una actividad placentera para todos en el pasado.
Muchos siglos después, en 1535, tendría lugar la primera inmersión comprobable con fines puramente científicos con un aparato de buceo. Realizada en el lago Nemi (Italia) por el arquitecto Francesco de Marchi que, buscando acercarse a los restos de una antigua barca romana que descansaba allí, buceó hasta una profundidad de 14 metros. Sin embargo, no está de más mencionar que la postura más tradicional sobre el tema es la del zoólogo Rupert Riedl. Este propuso en 1967 una clasificación en cinco etapas del desarrollo del buceo científico, que sitúa su origen en Italia también pero en 1780 y con el naturalista Filippo Cavolini como protagonista.
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Una práctica exploratoria y conservacionista
Durante los años posteriores y hasta la actualidad la asociación del buceo con publicaciones científicas se ha visto incrementado notablemente, así como también nuestro conocimiento sobre la diversidad acuática y sus amenazas. Aunque no hay que olvidar que esto no sería posible sin las numerosas personas a lo largo de la historia que se arriesgaron, y continúan haciéndolo, al sumergirse en la inmensidad de los océanos con la intención de comprenderlos y protegerlos mejor.
Entre los beneficios brindados por el buceo científico se encuentran la posibilidad de observar el comportamiento y la ecología de los organismos en sus hábitats naturales, cuantificar patrones, estudiar interacciones y realizar experimentos para probar hipótesis sobre procesos ecológicos. Además, con la creciente preocupación por el efecto del cambio climático a nivel global y el foco en el uso de registros satelitales, el buceo se convierte en una herramienta clave que nos permite no perder de vista los fenómenos locales. Esto es así porque los datos recopilados directamente en el océano proporcionan información irremplazable que debe ser incluida durante el análisis y considerada al extraer conclusiones para una correcta interpretación de los mismos. Por todo lo anterior, podemos considerar al buceo científico un avance tecnológico tan importante en la ciencia como el primer microscopio, construído por Galileo en 1609.
FUENTES
Code Of Practice Inshore Diving (2014). Pretoria: The South African Department of Labour.
Ioannidou, C. (2014). Diving in Ancient Greece During the Late Archaic and Classical Period (6th–4th Century BC).
Jung, Michael (2021). "Scientific diving from early modern period up to the 20th century". Freiberg Online Geoscience. TU Bergakademie Freiberg. 58: 6–12.
Witman, Jon & Dayton, Paul & Arnold, Suzanne & Steneck, Robert & Birkeland, Charles. (2013). Scuba Revolutionizes Marine Science. Smithsonian Contributions to the Marine Sciences. 39. 3-11.