Llueve, el suelo bajo los pies se ha convertido en barro y el ambiente está lleno de mosquitos. Pero los activistas a la entrada del bosque estatal de Nambucca, en Nueva Gales del Sur, no desisten. Muchos de ellos han acampado durante semanas entre los altos eucaliptos.
A principios de junio, Australia inició su desescalada. Mientras que algunos se dirigieron a relajarse a la playa, otros prefirieron aglomerarse en centros comerciales. Pero los activistas han empleado la libertad recuperada para manifestarse contra la deforestación. En su opinión, este bosque tiene un valor cultural y ecológico inestimable.
Cada día, decenas de manifestantes llegan de los pueblos costeros cercanos. Sandy Greenwood, una mujer del grupo aborigen de Gumbaynggirr, cuyos ancestros han vivido en esta parte de Australia durante decenas de miles de años, vigila el campamento día y noche.
"Protestamos porque si no actuamos ahora, nuestro patrimonio cultural será destruido", manifiesta Greenwood a DW. "Nuestros hermosos árboles centenarios serán talados, la rara flora se extinguirá y nuestros koalas y especies en peligro de extinción no tendrán ningún otro lugar a dónde ir", lamenta.
Un precioso hábitat para las especies amenazadas
Este bosque tropical primario, situado en la costa, es el hogar de una multitud de especies, como búhos, koalas, murciélagos de cueva y una entrañable zarigüeya con orejas caídas conocida como el planeador de vientre amarillo. Asimismo, es una importante parada de aves migratorias.
El hecho de que esta zona escapara de los incendios forestales que asolaron cinco millones de hectáreas en Nueva Gales del Sur, incluyendo cerca de un millón de hectáreas de bosque primario, a finales de 2019 y principios de 2020, hace que su preservación sea aún más importante para los animales que han sobrevivido en este hábitat.
Sin embargo, en abril, la empresa estatal Forestry Corporation de Nueva Gales del Sur anunció el desbroce de 140.000 hectáreas de tierras forestales y comenzó a trabajar inmediatamente después. Más de 100 hectáreas del bosque estatal de Nambucca también están afectadas por las operaciones de tala. La madera se empleará como material de construcción.
"La tala de árboles comenzó durante el confinamiento. Los opositores no pudieron organizar manifestaciones para expresar sus preocupaciones", cuenta Lyn Orrego, de la Asociación de Conservación del Valle de Nambucca, a DW.
Impugnación legal
A mediados de junio, los activistas presentaron una demanda contra Forestry Corporation. Criticaban que los aborígenes guardianes de la tierra de Gumbaynggirr no habían sido consultados. Además, no había habido suficiente investigación sobre las plantas y animales en peligro de extinción.
Forestry Corporation afirma haber hecho tales estudios, así como haber registrado las especies afectadas por la tala. Sin embargo, en opinión de los manifestantes, todo esto se habría hecho de manera insuficiente. A mediados de junio, se detuvieron temporalmente las operaciones de tala mientras el Tribunal Regional y de Medio Ambiente investigaba el caso.
Mientras tanto, el gobierno del estado de Nueva Gales del Sur informó a DW que las preocupaciones expresadas por la comunidad aborigen estaban siendo investigadas.
El 26 de junio se abandonó el caso presentado. Forestry Corporation había trasladado su maquinaria a Wild Cattle Creek, otra zona forestal primaria situada a 80 kilómetros al norte de Nambucca, también en tierra aborigen.
Según los abogados de los aborígenes, la retirada de la empresa de Nambucca para cortar madera en otro lugar ha interrumpido su caso. No es posible conseguir una orden judicial contra algo que no está sucediendo actualmente, explican.
Aún así, este no es el final de la historia para los activistas. La deforestación podría reanudarse en Nambucca en un futuro. Un portavoz de Forestry Corporation afirma que la actividad ha sido "suspendida", no detenida.
Según investigadores de la Universidad de Queensland, en los últimos 17 años se han destruido siete millones de hectáreas de hábitat de especies amenazadas por la deforestación en Australia. La mayor parte de la tala se ha producido sin la aprobación del gobierno o sin que las autoridades hayan intentado responsabilizar a las empresas.
Las leyes ambientales australianas son extremadamente débiles y relativamente fáciles de eludir, según Josh Meadows, de la ONG Fundación Australiana para la Conservación, con sede en Melbourne. Además, el gobierno apenas controla las zonas deforestadas. Meadows teme que las nuevas leyes diseñadas para revivir la economía después del confinamiento puedan ser introducidas con regulaciones ambientales demasiado laxas. Como consecuencia, las empresas madereras podrían obtener permisos de tala aún más rápido y fácil. Los activistas ambientales, por su parte, tendrían mayores dificultades para proteger los bosques.
Economía versus medio ambiente
El pueblo aborigen tiene ahora en sus manos una batalla legal aún más grande y complicada. Cómo impedir que se reanude la tala en el bosque estatal de Nambucca y cómo detener la deforestación en Wild Cattle Creek.
"Esta es una batalla entre David y Goliat", describe Orrego, "pero cada vez hay más y más Davides en el mundo. No debemos perder la esperanza a pesar de todas las adversidades".
Para los aborígenes de Gumbaynggirr como Greenwood, el bosque de Nambucca es parte integral de su historia e identidad. Tienen una conexión muy especial con esta tierra. Sin embargo, su compromiso de salvar el bosque se ha convertido desde hace mucho tiempo en un símbolo de la lucha mundial contra el colapso ecológico. Los bosques son importantes almacenes de dióxido de carbono. Reducen el CO2 que calienta el planeta. Y a medida que aumentan el calor y las sequías en la tierra, mayor es la amenaza de incendios devastadores como los ocurridos en Australia a finales de año.
Aún así, los activistas no tienen el apoyo de toda la población local. Algunos parecen indiferentes: "¿Qué sentido tiene protestar?", se pregunta un vecino de Coffs Harbour, un pueblo no muy lejos del bosque. "No ganarán", sentencia.
Otros argumentan que la deforestación traerá empleos. Pero Susan Jenvey, concejala del Partido Laborista, señala que las promesas económicas son completamente exageradas.
"Quedan muy pocos bosques primarios en Australia. Los gobiernos siempre exageran cuando se trata de explicar cuántos empleos se crearán con la tala, pero también ocultan los riesgos", advierte Jenvey a DW.
Para los aborígenes, sopesar la economía y la ecología tiene poco sentido. "Necesitamos estos bosques para nuestro aire y para nuestra agua. Son el hogar de especies amenazadas y de nosotros los humanos", dice Greenwood. Su cultura ve a las personas como parte integral de la naturaleza.
Testigos de la destrucción
La comunidad Gumbaynggirr exige al gobierno de Nueva Gales del Sur que declare la zona como patrimonio cultural. De este modo, el bosque de Nambucca estaría protegido, así como importantes sitios culturales de la zona. Se podrían preservar las especies en peligro de extinción, al igual que las cuencas hidrográficas. Además, el gobierno debe promover los empleos en la región, tanto en la gestión de los bosques como en el turismo.
Greenwood está decidida a quedarse hasta que sus demandas sean satisfechas o hasta que se detenga la deforestación, por orden judicial o porque se haya talado el último árbol. Quiere "ser testigo" mientras consideran cómo seguir luchando.
"Hemos enviado un fuerte mensaje a Forestry Corporation de que su implacable destrucción se enfrentará a una feroz resistencia", dice Greenwood. "No dejaremos de luchar por nuestra tierra sagrada".
Greenwood está decidida a quedarse hasta que sus demandas sean satisfechas o hasta que se detenga la deforestación, por orden judicial o porque se haya talado el último árbol. Quiere "ser testigo" mientras consideran cómo seguir luchando.
Sus pies se hunden en el barro junto a la cocina improvisada del campamento. Un grupo de músicos empieza a tocar para levantar el ánimo de sus compañeros de protesta. Una voz femenina acompaña el solo de un violín. Y desde lo profundo del bosque, un par de zordalas (una especie de ave nativa de la costa australiana) se suman al canto.
Fuente: Georgina Kenyon para DW