Muchas veces consideramos que esa famosa frase que dice que todo vuelve es una forma de decir. Incluso nos descorazonamos: ¡Nosotros poniendo tanto empeño en ser buenas personas, y parece que sólo los malvados logran lo que se proponen!

Sin embargo, uno no sabe cuánto puede cambiar en nuestra vida por tener una actitud positiva. Esta historia te demostrará que a veces un pequeño cambio de actitud puede hacer una enorme diferencia.


Un lunes cualquiera, una chica se sentó a desayunar en su casa y descubrió que algo increíble había pasado. Su orquídea, esa que con tanto empeño había plantado y cuidado, por fin había florecido.

-¡Vaya! ¡Qué flores tan hermosas! Y pensar que todo el mundo decía que jamás florecerías- le dijo la chica a la planta.

Las flores en su preciosa planta pusieron de tan buen humor a la chica, que se fue a trabajar cargada de energía.

En el metro, un hombre se puso furioso con ella porque estaba pisándolo. En lugar de contestarle de mala manera, la chica le sonrió y le pidió disculpas muy amablemente. El hombre cambió su actitud al ver que ella le contestaba de forma tan dulce, y cruzaron un par de palabras antes de que la chica se bajara en la siguiente parada.

El señor se quedó tan contento de haber recibido unas palabras amables y una sonrisa que al ver subir al metro a una mujer muy cargada de papeles y con cara de estar un poco estresada, le cedió el lugar. Ella lo tomó y le agradeció enormemente al señor por haberlo hecho.

Al llegar a su trabajo, la mujer se sentía mucho mejor. Por primera vez en días, había tenido un viaje de metro tranquilo. Así que cuando una anciana llegó a hacer un trámite a su oficina, la ayudó con mucha paciencia, tomándose el tiempo necesario y siempre con una sonrisa.

La señora mayor, acostumbrada a ser maltratada siempre que iba a hacer algún trámite de ese estilo, se sintió bien contenida. ¡Por fin alguien era amable y la ayudaba a resolver el problema de una vez! Estaba tan contenta que, como era el horario de almuerzo de su nieta, la llamó y la invitó a comer.

Almorzaron juntas y la pasaron de maravilla. La mujer se dedicó a escuchar a su joven nieta, darle ánimos y ayudarla, en lugar de quejarse de casi todo (como a veces hacía).

Al volver al trabajo, la joven se sentía llena de energía. La había pasado tan bien con su abuela en el almuerzo, que se dio cuenta de que era una persona muy afortunada de tenerla a su lado.

Por eso cuando uno de los empleados de su misma empresa le pidió por favor que lo ayudara a reunirse el jefe, ella enseguida arregló todo: era la secretaria, así que con dos llamados telefónicos logró que su colega tuviera la reunión esperada.

Al llegar a su casa, el empleado abrazó a su mujer con júbilo:

-¡Lo logré mi amor! Por fin he logrado hablar a solas con el jefe, le llevé mi propuesta… ¡Y me dio el ascenso! -le dijo a su mujer ni bien entrar.

Ella le respondió:

-¡Qué felicidad! ¡Sabía que el hecho de que la orquídea hubiera florecido era una buena señal!

Se abrazaron felices. Quizá la mujer nunca supo que fue su sonrisa en la mañana lo que cambió sus vidas. O quizá el florecimiento de las orquídeas fue una buena señal, después de todo.

Lo importante es siempre estar dispuestos a regalar una sonrisa y una palabra amable, porque nunca sabemos cuánto puede cambiarle la vida a los demás y a uno mismo.

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Fuentes:

Genial Gurú