Abejas: el sorprendente parecido entre su descanso y el de los humanos es analizado por científicos. Las abejas melíferas, símbolo universal de trabajo incansable y organización colectiva, también necesitan detenerse. Aunque su imagen suele asociarse al zumbido constante y la actividad frenética de la colmena, estos insectos dependen del sueño para sobrevivir.
Diversos estudios revelaron que no solo descansan en el interior de sus nidos, sino también en lugares tan inesperados como los pétalos de las flores.
Con ciclos que pueden alcanzar hasta ocho horas diarias, su patrón de descanso guarda sorprendentes similitudes con el de los humanos y propone nuevos cuestionamientos sobre el papel del sueño en el mundo animal. De hecho, lo hacen con una regularidad comparable a la de los seres humanos. Investigaciones en laboratorio y observaciones en la naturaleza revelan patrones de sueño complejos, conductas adaptativas e, incluso, hábitos sociales de descanso que desafían nuestra comprensión de estos incansables polinizadores.
Estudios realizados
Investigaciones develan conductas similares al sueño humano en las abejas, como posturas específicas y reducción de estímulos Sin embargo, tras esa fachada de actividad incansable se esconde una necesidad tan vital como poco conocida: el sueño. Las abejas melíferas también duermen. Y lo hacen de forma sorprendentemente similar a los seres humanos.
Las productoras de miel, conocidas como melíferas, necesitan descansar para sobrevivir. Su ritmo de vida, marcado por tareas que requieren precisión y energía, está equilibrado por períodos de sueño que, en promedio, alcanzan hasta ocho horas diarias.

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Los primeros indicios: una revelación científica
Fue en 1983 cuando el biólogo Walter Kaiser proporcionó la primera evidencia documentada del sueño en abejas. Observó que, durante la noche, un número considerable de ejemplares permanecía inmóvil por largos intervalos, mostrando comportamientos similares al sueño en mamíferos.
A pesar de que “descansar” y “dormir” no siempre son sinónimos, el estudio abrió el camino a una nueva línea de investigación: la neurobiología del sueño en invertebrados.
Barrett Klein, entomólogo de la Universidad de Wisconsin-La Crosse, dedicó años al estudio del comportamiento y biología del sueño en insectos. En sus investigaciones determinó que la forma y el lugar del descanso varía según el tipo de abeja.
Las abejas sociales suelen dormir dentro del nido, mientras que los machos, en ausencia de estas estructuras, optan por la vegetación o cavidades abiertas en ramas.
Un fenómeno difícil de estudiar
Investigar el sueño de las abejas en estado silvestre representa un desafío para la ciencia. No obstante, algunos patrones han sido identificados en condiciones controladas.
Según Klein, entre los comportamientos que posibilitan reconocer que una abeja está durmiendo se encuentran la reducción en la respuesta a estímulos externos y la capacidad de compensar el sueño perdido —es decir, si se interrumpe su descanso, lo recuperan posteriormente.
El ciclo de sueño depende de la edad y la función dentro de la colmena. Las obreras jóvenes duermen más que las adultas: entre nueve y diez horas diarias, frente a las 5 a 7,4 horas de las abejas de mayor edad. Las recolectoras tienden a dormir de noche, aunque pueden tomar pequeñas siestas durante el día, de apenas 28 segundos, interrumpidas por momentos breves de vigilia.
adaptación impactante
Uno de los aspectos más fascinantes del sueño en estos insectos es su capacidad de adaptación. Cuando hay poca disponibilidad de alimento, las abejas recolectoras ajustan su horario de descanso, aunque sin reducir las horas totales de sueño.