Recorrer el mundo o un continente es el sueño de muchas personas. También lo era para Baptiste Dubanchet, pero él además quería hacerlo de una forma especial. Su objetivo no era simplemente ver el mundo y divertirse, y tampoco se conformaba con la inmensidad de historias y experiencias que un largo viaje significan.
Baptiste quería que su travesía se convirtiera en un mensaje para cada persona que se cruzara en el camino y, de ser posible, en uno capaz de trascender su propia historia y recorrer el planeta. El sueño de Dubanchet era crear conciencia en la población mundial sobre cuántos materiales valiosos y alimentos en perfecto estado terminan en la basura cada día.
Mientras que mil millones de personas pasan hambre en el mundo cada día; hasta un tercio de todos los alimentos que se producen se estropean o se desperdician, según la FAO, antes de ser consumidos por las personas.
El recorrido de Baptiste consistió en unir Francia con Polonia en 10 semanas, montado sobre su bicicleta, porque solamente el transporte sustentable por excelencia podía ser adecuado a un proyecto con los objetivos que se había planteado.
Durante todo ese tiempo, Baptiste pidió permiso a comercios, restaurantes y supermercados para revisar sus contenedores de residuos para sacar de allí los alimentos que todavía estuvieran en buenas condiciones.
Aunque cuando escuchamos hablar de contenedores pensamos automáticamente en basura; es decir, en alimentos en mal estado, podridos y que ya no son saludables para la salud, lo cierto es que uno de cada tres alimentos que se producen en el mundo termina en la basura cuando todavía está en perfectas condiciones.
Las frutas y vegetales que se arrojan a la basura en supermercados por no verse bonitas aunque todavía estén bien, los platos preparados de los restaurantes que se desperdician porque el comensal no probó bocado y los productos envasados que están justo en el último día antes de su fecha de caducidad son ejemplos de los alimentos en buenas condiciones que Baptiste encontraba en su camino. Y también representan el inventario de comida desperdiciada cada día con la que se podría alimentar a cada una de las personas que pasan hambre en el mundo.
Aunque Baptiste pretendía que su viaje fuera un ejemplo para sensibilizar a las personas que se cruzara en el camino sobre la cantidad de comida que se desecha en el mundo, también fue un gran aprendizaje para él.
Aunque estaba seguro de poder llegar a completar su recorrido, suponía que en algún momento pasaría hambre, o bien tendría que romper momentáneamente las reglas y comprar algún producto. Sin embargo, ninguna de esas cosas ocurrió durante su recorrido.
“Desperdiciamos recursos realmente buenos; hay tanta agua, energía y contaminación involucrada en crear algo que termina en la basura. Y hay millones de personas con hambre”, reflexionó y agregó: “Incluso cuando lo sabes, resulta sorprendente abrir un basurero y descubrir en él tantas patatas, tanta fruta, yogures: a veces, los vertederos de 500 ó 1.000 litros están llenos de cosas que todavía son comestibles" .
¿Imaginabas cuánta comida en perfectas condiciones se desperdiciaba cada día?