Alzándose poderoso en la cordillera del Atlas Occidental, el imponente macizo Jbel Toubkal posee el honor de ser la cumbre más alta de Marruecos. Su proximidad a Marrakech lo convierte en un destino ideal para alpinistas que buscan sumar un 4000 más a su lista de conquistas. La ascensión no presenta grandes dificultades técnicas, sin embargo no debemos infravalorar el terreno, pues los desniveles son notables, la nieve abundante según temporada y las ráfagas de viento frecuentes en la etapa final.

Emprendemos una aventura de entre 2 y 3 días, en la cual la primera parada es el pueblo de etnia bereber de Imlil, a tan solo 2 horas de la gran urbe. Se trata de un asentamiento de casas de adobe y calles estrechas ubicado a 1740 metros sobre el nivel del mar. La travesía nos presenta fantásticos parajes naturales, como por ejemplo el lago Lalla Takerkoust. Una vez allí, se ponen a nuestra disposición excursiones recomendables como la Cascadas de Imlil o la remota aldea de Tachdirte.

La fecha de tu visita influirá notablemente en las condiciones que encuentres, así que valóralo antes de iniciar los preparativos. Desde diciembre y durante buena parte de la primavera la región está repleta de nieve, en menor medida según nos acercamos a la sesión estival. En invierno es frecuente la práctica de esquí de travesía y alpinismo y las temperaturas pueden variar entre -10/+10°C. A partir de junio las temperaturas aumentan considerablemente. En verano el paisaje se vuelve árido y seco, aunque no hay que olvidar que nos hallaremos en cotas altas y por ello es necesario ir abrigados acordemente.

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Nos levantamos con los primeros rayos del sol y tras un desayuno contundente comenzamos nuestra apasionante ruta. Entre Imlil y el vértice median 14,8 kilómetros y 2427 metros de desnivel. El inicio de la senda transcurre entre sabinares y viene acompañada de varios repechos que cruzan aldeas como Aroumd, hasta que llegamos a una planicie. Cruzamos el río no sin algunas dificultades, pues en primavera puede bajar bien cargado de agua del deshielo.

Nos extraña encontrar marroquíes reseñablemente bien vestidos a nuestro paso. Más tarde entendemos la razón. El motivo es que entre Imlil y el refugio se halla un templo musulmán que es objeto de peregrinación. Los creyentes acuden a Sidi Chamharouch o ‘El Sultán del Diablo’, mausoleo creado por el rey de los djins y guardián del Toubkal, con el fin de curarse de males como la esterilidad o el reumatismo. Según la leyenda, Sidi se transforma en perro durante el día y vaga por las montañas para volver reconvertido durante la noche. Es el lugar idóneo para hacer un alto y saborear un rico té de hierbabuena.

Las mulas cargadas con las mochilas de los excursionistas son frecuentes en el trayecto. No es algo necesario, ni siquiera para montañeros amateurs, pero aquellos que deseen viajar más ligeros y cómodos podrán contratar los servicios adicionales de un mulero. Finalmente alcanzamos el Refugio Mouflons, localizado a 3207 metros. Es una casa alpina de piedra maciza, de aspecto robusto y erigida reparando en el contraste termal que se da entre las estaciones de verano e invierno. Después de la caminata, será una gozada disfrutar de su cocina local, con un espectacular cuscús con pollo y ciruelas como plato estrella.

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Descansamos merecida y plácidamente y nos preparamos para el tramo final. Estamos nerviosos y entusiasmados, sentimos que la recompensa está más cerca. Es el momento para quitarnos el peso innecesario y así caminar más livianos. Debemos ser conscientes de que la altitud puede ocasionar dolores de cabeza o ciertos malestares y a veces no es sencillo aclimatarse al medio. Desde este punto restan menos de 1000 metros para tocar cima, que traducido en tiempo son unas 4 horas de ejercicio.

El tramo final nos reserva un repecho importante y mucha nieve si acudimos a comienzos del año. Con gran esfuerzo proseguimos nuestro ascenso hasta alcanzar los ansiados 4.167 metros del mítico Toubkal. Las gratificantes vistas de los valles y barrancos son extraordinarias desde el cielo. Rozamos las nubes con las manos y admiramos la grandeza del Atlas.

"Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan", Proverbio árabe.