La curiosidad es uno de los motivos primordiales que nos impulsan hacia lo desconocido. Ese instante cuando contemplamos el mundo con los ojos de un niño nos hace sentir inmensamente recompensados. En un planeta donde todo parece estar mucho más próximo y accesible que hace un siglo, es maravilloso encontrar aún lugares que nos evocan una mágica tranquilidad. Es un viaje al pasado.

Desde Tambolaka emprendemos una travesía que cruza caminos de tierra y pequeños asentamientos, para llegar en 1 hora y media al resort de Nihiwatu. Desde el primer minuto uno siente que se halla en un lugar sorprendente. La voz de la selva y la fuerza del mar se funden con los relinchos de los caballos que marchan en la playa.

Las excelentes cuadras de ‘Sandalwood Stable’ poseen un aura especial. Desde aquí, podremos revelar los encantos ocultos de la isla a lomos de un caballo. Las posibilidades son infinitas. Desde bañarnos en las cálidas aguas sobre nuestro rocín o visitar pueblos perdidos en la selva como Watukarere, hasta cabalgar mientras disfrutamos del atardecer. Multitud de prodigios nos aguardan, nuestra imaginación pone los límites.

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El elenco de deportes náuticos que el entorno nos sugiere es muy numeroso. La pesca, el kitesurfing, el snorkel o un sencillo paseo en barca son actividades que gozan de gran éxito en la isla. Sin embargo, el surf está a otro nivel. La conocida como ‘God’s Left’ es una de las olas más codiciadas del globo. Surfistas profesionales sueñan con agarrar la mítica onda. De hecho, es tan exclusiva que existe una restricción de un máximo de 10 personas intentando surcarla al mismo tiempo.

Una alternativa totalmente única es el descenso del Río Wanokaka en ‘paddel board’ o canoa. Tan solo imagina la oportunidad de observar los búfalos grises bañándose en el agua mientras avanzas río abajo. Es casi de película.

Los sublimes regalos de la naturaleza se suceden, pudiendo sumergirnos en una ruta dirigida por guías locales hasta las cascadas Lapopu o las cataratas Matayangu (Blue Waterfall). Ambas exhiben un paraje idílico, puro y salvaje y nos permiten darnos un chapuzón en su base llenos de paz y harmonía.

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Es muy destacable la labor solidaria conducida por Sumba Foundation, empeñada en mitigar los efectos de la pobreza en la isla y mejorar la calidad de vida de los residentes a través de distintos programas educativos y sanitarios.

Al relacionarse con el pueblo autóctono percibimos su carácter pacífico. Esa energía positiva nos envuelve en todo momento, ayudándonos a alcanzar un nivel de serenidad asombroso. Quizá sea el momento ideal para asistir a una clase de yoga. La ubicación en la que nos encontramos, la cima de una colina que mira atenta a la inmensidad del Océano Índico, inspira a tu cuerpo, mente y espíritu.

“Puede que los caballos sean el alma de esta tierra indonesia, pero la vida ecuestre es solo el comienzo del paraíso.”