Aun hoy, el conocimiento científico parecería ser un campo con el que resulta difícil debatir. Ha cobrado tanto poder a lo largo de los años e incide de tal manera en nuestra vida que enfrentarse a él parecería ser todo un desafío.
Además, hoy nos encontramos frente a un matrimonio peligroso entre un sector de la ciencia y la industria farmacéutica, alimenticia y de salud. Hasta dónde es posible llegar y cuándo representan un riesgo y ya no una ventaja las propuestas de la ciencia, es un tema que necesitamos volver a poner en debate.
El tema de los transgénicos reavivó estas discusiones y abrió la necesidad de repensar los límites que habría que demarcar al mercado y a sus agentes quienes, en su afán de lucro, buscan permanentemente pasar por encima de la vida de los pueblos de los que, paradójicamente, forma parte.
La modificación genética precisamente pretende "hacer más rentable" la producción de alimentos, al mismo tiempo que destruye los cultivos locales, hace depender a los pequeños de los grandes productores, exige el uso de agroquímicos cada vez más agresivos, avanza sobre pueblos y ecosistemas, y vira el mundo hacia los monocultivos, buscando además consolidar a los dueños de aquellas modificaciones. No hay dudas, en este esquema, que la "rentabilidad" tiene unos (muy) pocos beneficiarios.
Para denunciar este maridaje, el Instituto de Ciencia en Sociedad (ISIS: Institute of Science in Society) ha publicado recientemente un estudio que vuelve a poner de manifiesto los peligros de los transgénicos para la seguridad alimentaria, la salud, la biodiversidad, la equidad, e incluso la economía mundial.
En la misma línea ahora, más de 800 científicos de más de 82 países firmaron una carta abierta dirigida a los gobiernos del mundo con el fin de lograr la prohibición de los productos transgénicos.
En la declaración señalan que: "Nosotros, los científicos abajo firmantes, pedimos la suspensión inmediata de todas las emisiones ambientales de cultivos transgénicos y productos derivados de los mismos, tanto comercialmente como en pruebas a campo abierto, durante al menos cinco años; patentes sobre organismos vivos, los procesos, las semillas, las líneas de células y genes deben ser revocadas y prohibidas; y se exige una investigación pública exhaustiva sobre el futuro de la agricultura y la seguridad alimentaria para todos".
En la carta, además, los científicos han referencia a la agricultura familiar como una solución sustentable a futuro y afirman que es hacia ese campo de la agricultura sostenible a donde deberían virar la inversión e investigación, ya que ésta implica bajos costos e insumos y podría restaurar las tierras degradadas, así como también brindar autonomía a pequeños agricultores.
Al respecto, señalan que los cultivos transgénicos: “Intensifican el monopolio corporativo sobre los alimentos, que está llevando a los agricultores familiares a la miseria, e impidiendo el cambio esencial hacia una agricultura sostenible que garantice la seguridad alimentaria y la salud en el mundo”.
Por otro lado, y en medio de un acalorado debate en relación a la patente de semillas, la carta las reconoce como organismos únicos que pertenecen a la naturaleza. Por eso, las semillas, al igual que otras formas de vida, no son invenciones, sino descubrimientos.
Por último, y en relación a los argumentos de que este tipo de producción podría alimentar al mundo entero, los científicos se oponen y afirman que: “De acuerdo con el programa de alimentos de la ONU, hay suficiente comida para alimentar al mundo una vez y media más. (...) Un nuevo informe de la FAO confirma que habrá suficiente o más que suficiente comida para satisfacer las demandas globales sin tener en cuenta ningún mejora de rendimiento que pudieran proporcionar los transgénicos hasta bien entrado 2030” .
Por lo tanto, si no es un problema de cantidad, la desigualdad vuelve a ponerse en el centro del debate y, en este sentido, esta carta se vuelve una iniciativa muy importante para denunciar que si continuamos con este modelo alimenticio las cosas irán bien solo para unos pocos, y que aun estamos a tiempo para girar el volante y exigir la defensa del derecho de nuestros pueblos a la vida.
Puedes leer la carta completa en inglés aquí, o traducida en español, aquí.