Uno de los logros más difíciles para los seres humanos es el de la buena convivencia. Si consiguiéramos alguna forma de cuantificar los problemas que son consecuencia, en forma directa o indirecta, de las malas relaciones humanas, probablemente nos sorprenderíamos.

En mi percepción personal, basada en la observación de las conductas sociales y en lo que nos transmiten novelas, piezas teatrales, temas musicales, películas, relatos e historias, la mayoría de los conflictos y desentendimientos se generan por la falta de capacidad de los seres humanos para entenderse y tolerarse, especialmente cuando ente ellos existen diferencias.

Esta actitud de no aceptar las otras maneras de ser y pensar va totalmente en contra de la propia naturaleza, que nos enseña que la diversidad es riqueza. Si observamos un paisaje vemos la cantidad de colores que, a pesar de ser diferentes, se combinan logrando una belleza que sería opacada si el conjunto fuera de una misma tonalidad.

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Nathan Dumlao

Lo mismo ocurre en todas las ramas del arte. La música es la combinación de sonidos diferentes que conforman una bella armonía. En la pintura, los grandes artistas elaboraron sus inolvidables obras utilizando la combinación de matices diversos. El mundo sería muy triste en la uniformidad absoluta; sin embargo, el ser humano tiene grandes limitaciones para convivir de buen grado con aquellos que manifiestan diferencias. Me atrevería a decir que más de la mitad de los problemas que nos afectan en todas las áreas tiene su origen en la falta de habilidad para convivir armoniosamente. En esta ponderación deberíamos colocar todas aquellas situaciones que nos han causado estrés elevado, dolor, pérdidas afectivas y económicas, temores, enemistades y tantas otras contrariedades que podrían haberse evitado.

En cuanto a los conflictos, siempre existieron y existirán. Ellos no constituyen el problema; por el contrario, son fricciones que, si cada uno pone lo mejor para encontrar la solución, podremos aprender a superar.

También es habitual que exista dificultad para relacionarnos con nosotros mismos, derivada del escaso ejercicio de la práctica de autoconocimiento, imprescindible para generar vida interior. En general se vive viviendo, exageradamente distraídos por los estímulos externos y, como consecuencia, en un elevado nivel de dispersión y ansiedad, factores que dificultan el ejercicio de la empatía.

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En este punto no puedo dejar de hacer una reflexión e invitar al lector a que también piense en lo siguiente: desde que existe, el ser humano necesita y busca a otros de la misma especie para vivir en grupo. Estamos condicionados a obtener cobijo, afecto y seguridad constituyendo comunidades que, además, favorecen la procreación. Sabemos instintivamente que la vida es poder de suma y crecimiento y que la unión hace la fuerza.

Sin embargo, se plantea una situación contradictoria: nos sentimos mal si estamos en soledad, pero por otro lado nos resulta difícil mantener relaciones de convivencia armónicas.

Indudablemente, necesitamos aprender, entrenar la tolerancia, la templanza, recuperar nociones de civilidad, de ética, de comportamiento humano y poner en práctica los muchos postulados que existen sobre la buena convivencia. Lograrlo nos hará más constructivos, humanos y felices.