¿Por qué sonríe Frisa? La sonrisa serena de Frisa encierra un secreto, el secreto de una vida lograda:
“Amo mi trabajo, amo todo lo que tenga que ver con enseñar”, dice.
Más que sus palabras, es sobre todo su mirada la que afirma que es verdad, que Frisa es una mujer que sabe para qué está en este mundo y es feliz dedicándose plenamente a esa misión.
Frisa enseña hace 33 años en diferentes regiones de Tanzania. Puede desplegar su talento y contagiar su pasión por la educación, gracias al trabajo de AfrikAmiga, una organización que trabaja por el derecho a la educación en zonas desfavorecidas de Tanzania, y para mejorar la calidad de vida de familias que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Son incontables la cantidad de alumnos que desfilan por los pupitres de las aulas de Frisa. Frente a ella ha llegado a tener 200 pares de ojos ávidos de aprender. Esa realidad es el dato que inunda de esperanza su rostro.
En el encuentro con Frisa no se percibe ese cansancio malo, no se transmite la tensión propia que genera el desborde. Una vez más nos regala su secreto:
“Amo hablar con mis alumnos, amo acompañarlos.”
Los cientos de alumnos no son cifras, la educación no es transmisión. Conversación y acompañamiento son los ejes sobre los que Frisa transita el camino del educador. Un camino largo dedicado a la enseñanza. Tres décadas al frente de un aula abarrotada de historias nada fácil de escuchar. Pero Frisa sonríe, y habla con la ilusión de quien se está estrenando en un trabajo nuevo.