Para aquellos que nos tomamos muy en serio la protección de nuestro planeta, se nos suele dificultar un poco transmitir esta pasión. Nos encantaría que fuera tan sencillo como quitarse un antifaz y, de pronto, ver todo lo que está mal al nuestro alrededor.
Tampoco podemos salir a imponer nuestros ideales como si fueran los únicos que valen, porque tenemos que entender que cuidar de nuestro planeta también forma parte de un estilo de vida. Como verán, no es una tarea sencilla.
Entonces, me pregunto:
¿Cuál es la mejor forma de promover la conciencia ambiental?
Nuestra primera iniciativa podría ser compartirles por redes artículos, videos o perfiles de ambientalistas para que conozcan un poco más de la situación actual por la que estamos pasando. Sin embargo, no estoy segura de cuán eficaz podría ser esta solución. De hecho, no funcionó así conmigo.
Por ello, quisiera traer una frase de John Dewey que me acompaña constantemente: “No aprendemos de la experiencia, aprendemos de reflexionar sobre la experiencia”.
Así que lo que les vengo a proponer es que abramos el espacio del diálogo y la reflexión con amigos. Creo que hay dos preguntas muy importantes que todos nos deberíamos hacer: ¿En qué mundo quiero vivir? ¿Qué cambiaría de mi vida hoy para vivir más a gusto? Porque si hay algo que es seguro, es que todos queremos estar mejor.
No es fácil encontrar una respuesta que nos deje cómodos y seguros, por eso, la clave está en repetirlas, en diferentes lugares y circunstancias, para ir un poco más allá. En esta oportunidad, me gustaría empezar por compartirles mis respuestas con el fin de poder inspirarlos, al menos, a pensar en las suyas.
Si alguien me preguntara en qué mundo quiero vivir en los próximos años, quisiera que sea uno en el que reine la sencillez y el minimalismo, en el que lo material sea insignificante y el contacto con la naturaleza sea fundamental.
Un mundo en el que los viajes nos dejen recuerdos memorables y no souvenires descartables. Si alguien me preguntara qué cambiaría de mi rutina, respondería que cambiaría la luz artificial por más luz natural, más tiempo para una rica comida casera y menos tiempo mirando la pantalla de mi celular.
Podrán advertir que mis respuestas están en los hechos más simples, pero aun así más trascendentales. Ellas nos pueden llevar a lugares cada vez más profundos hasta que nos cuestionemos todo de nosotros y de nuestro al rededor. Solo así, creo yo, estaremos más cerca de una realidad más comprometida con nuestro planeta.
Así que, a partir de ahora, los invito a que no se queden en la superficie, sino que se cuestionen y reflexionen con sus amigos y amigas. Pregúntense y repregúntense a dónde los está llevando su vida de hoy y si es donde quieren estar mañana.
Espero que esas charlas sean el origen de la transformación más hermosa y que nos encuentre a todos, finalmente, en un camino más consciente.