«Solo le saqué a la piedra lo que le sobraba», comentó Miguel Ángel luego de esculpir a su Moisés. A veces, para acercarnos al corazón del asunto, es útil el descarte: no sé muy bien quién soy, o adónde voy, pero sé bastante bien quién no soy y a dónde no quiero ir. A tal efecto, no quiero guerra, no quiero que se extingan otras especies por nuestra culpa, no quiero desigualdad y pobreza, no quiero corrupción, y no quiero muchas otras cosas. Por el contrario, quiero paz, quiero que los ecosistemas brillen de salud, quiero igualdad de oportunidades, quiero políticos y empresarios que trabajen todos los días con honor y ética en pos del bien común, y quiero muchas otras cosas.
Digo «quiero» y no «deseo», a propósito, en este caso, porque desear es querer algo efímero, de corta duración, y querer es desear algo sostenidamente. Todo eso, y más, entonces, es lo que quiero y no quiero. Por eso, sin querer queriendo, hace semanas que me cuestiono: «¿cómo denomino esto?».
Cuando me preguntan quién soy, a qué me dedico, cuál es mi filosofía, ideal o religión, ¿qué contesto? ¿Cómo me presento? ¿Cómo me definiría en una, dos o tres palabras? Cuando digo «hola, soy Máximo Mazzocco, ambientalista», ¿no me siento extraño e incompleto? (Porque no soy solo eso). ¿Cómo le expreso a alguien que, individual y colectivamente, mi objetivo es acercarme a «eso que quiero» y alejarme de «eso que no quiero»?
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El otro día, contestando un e-mail, me la jugué: «Hola, soy Máximo Mazzocco, ambientalista, mundomejorista, pacifista, biodiversalista, sostenibilista, transicionalista, terricolista, ecosistemista, biosferista, humanista, minimalista, pluralista, interdependentista, naturista, altruista, regenerativista, glocalista, conservacionista, antiespecista, biocracista, demócrata, teosofista, antroposofista, ecofeminista, más casi todas las concepciones que pueda inventar o enunciar que impliquen “patear para el lado del bien común”… ¡Ah! Y además trabajo todos los días para intentar conocerme a mí mismo (con todo lo que eso conlleva) y bajar a la realidad los Objetivos de Desarrollo Sostenible, o del buen vivir, u otros similares… ¡Un placer saludarte!».
Claramente, ante semejante flasheada, no me respondieron el e-mail. «Este pibe está loco», habrán pensado, pero valía la pena intentarlo. Entonces, me puse a recalcular: ¿cuál es la palabra que me identifica como un buscador del bien común, lo desconocido, la sostenibilidad, y que me define sin limitarme?
El pangeísmo, en pocas palabras, es la búsqueda de la sostenibilidad colectiva y la mejor versión de uno mismo. Es para todos los locos que tenemos ganas de hacer libre uso de nuestra subjetividad y danzar un poco con la realidad.
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