* Por Huertas Urbanas
Vegetales comestibles crecen en veredas, en plazas, en canteros o en cajones. Se mimetizan con los ruidos diarios del barrio en que se asientan. Son huertas producto del encuentro entre un grupo de vecinos que convergen con una tarea clara: sembrar de manera comunitaria en el espacio público del vecindario.
Esta nota es una recopilación de historias y experiencias compartidas por personas comprometidas con el activismo alimentario y la resiliencia comunitaria. Al menos eso pareciera suceder en distintos proyectos de huertas comunitarias urbanas. ¿De qué manera surgen? ¿Cuál es su objetivo? ¿Con qué desafíos se encuentran?
¿Cómo surgen las huertas comunitarias?
El fenómeno de huertas comunitarias en lugares abiertos hace cada vez más eco. Uno va caminando por la calle y espacios delimitados de siembra surgen al encuentro. ¿Siempre fue así? ¿Surgieron acentuadamente en el último tiempo? Muchos de ellos han surgido en el lapso de los últimos dos años. “Hace más o menos un año”, “Invierno del 2020”, “Noviembre 13, 2020” fueron algunas de las respuestas de los huerteros urbanos.
Al parecer, la cuarentena vivida trajo cambios en la dirección de prioridades. “A raíz de la pandemia sentimos más fuerte la necesidad de contacto con la tierra y sus ciclos, su sabiduría y abundancia”, responden desde Huerta Espiral.
La mayoría afirma haber surgido orgánicamente entre vecinos. Charla va, charla viene, se pusieron de acuerdo, la propuesta no vino de arriba, fueron ellos, los mismos participantes quienes decidieron comenzar a experimentar con el suelo fértil de los alrededores. Algunos fueron contagiados por un emprendimiento lindante. Se enteraron de una huerta cercana y creyeron que sería buena idea replicarlo en su propio barrio.
“Durante la pandemia del 2020, un grupo de vecinos con intereses en común decidimos poner una compostera y luego un cajón de huerta para ver cómo reaccionaba el barrio y ver qué pasaba en la comunidad”, esboza Huerta vereda del Bajo de San Isidro. Otras huertas nos cuentan que fue una iniciativa individual para luego ir sumándose aliados.
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¿Cómo se organizan sus participantes?
La asignación de roles dentro de estos proyectos varía según la huerta. En una primera instancia, en todas ellas los vecinos parecieran participar a modo “voluntario y espontáneamente”. Cada quien aporta desde donde quiere, puede, conoce y pretende aprender. Incluso a veces, los participantes se acercan a su tiempo en solitario, para así desconectar de la rutina cotidiana.
En varias de estas huertas, sin embargo, hay personas fijas que organizan y distribuyen las distintas tareas entre los itinerantes, vecinos que participan de vez en cuando pero que no se encargan del mantenimiento cotidiano. El día del encuentro, el grupo de vecinos fijo reparte la lista de actividades a realizar y manos a la obra.
Para facilitar su cuidado, en muchas de las huertas comunitarias existen calendarios de riego y días asignados para el mantenimiento de las composteras, donde se descompone la materia orgánica que luego se usará de abono. “Hay tareas fijas y las vamos tomando, otras más específicas las vamos organizando y viendo quien puede”, nos comparten desde Huerta de Lomas del Mirador. En general, las jornadas de trabajo pretenden ser fijadas en el calendario semanal, para así poder convocar a nuevos participantes con mayor facilidad.
El Whatsapp es la vía más utilizada como medio de comunicación interna entre los vecinos activos de estas huertas. Se utiliza para resolver las actividades diarias que ésta requiere, ya sea riego, mantenimiento o distintas dificultades, como la aparición de algún insecto invasor. “Hay tierra negra para nuestra huerta en un volquete en tal calle” o “¿quiénes pueden arrimar material seco al lugar?” son mensajes comunes, cuenta Alejandra de Huerta Vereda Eduardo Costa. Los vecinos dicen armar grupos y compartir por allí la tareas realizadas, los materiales necesarios o los días de encuentro.
Instagram es otro canal importante de difusión. Funciona como comunicación externa para compartir su experiencia tanto del trabajo como del impacto social que genera en la comunidad. También se comparte información con otras huertas amigas y se convocan nuevos posibles aliados para intercambiar ideas, plantines u opiniones. Es allí donde se muestran los procesos y los resultados mediante fotos, videos y testimonios.
¿Cómo se sustentan estos proyectos?
Ahora bien, en relación a los materiales necesarios, la mayoría de los vecinos indica haber comenzado haciendo vaquita entre los primeros participantes. Entre todos, desde su bolsillo, han comprado lo indispensable para comenzar: herramientas, tornillos/clavos, mangueras o plantines.
No sólo eso. Muchos de estos emprendimientos han cirujeado descartes de la calle, como pallets para sus cajones, cubiertas de camiones viejas o tachos para diversos usos. Varios de los insumos necesarios son naturales por lo que no hace falta más que salir a caminar. Pasto cortado, hojas secas o tierra negra son oro para huerteros y se apilan en algunas esquinas como quien no quiere la cosa. Con el tiempo, muchos de estos grupos han recibido también apoyo externo. Distintos municipios no sólo han aprobado las diferentes iniciativas sino también las han apoyado haciendo entrega de tierra fértil, chipeo, acceso a agua para el riego o semillas.
Por último, pero no menor, se encuentran las donaciones inter huertas o entre vecinos. Muchas personas se acercan a dichos espacios a chusmear qué es lo que allí se gesta. Será más de uno quien vuelva con un plantín o bolsita de semillas para apoyar la causa. La manera de algunos vecinos de colaborar, no es necesariamente poniendo manos en la tierra, sino facilitando materiales necesarios, secos, maderas de descarte, muebles en desuso o donaciones. Un ejemplo es Victor, carpintero y vecino de Huerta Vereda, quien acerca semanalmente aserrín para las composteras.
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¿Qué obstáculos se les presentan?
No todo es color de rosas en la proyección y manutención de estos espacios verdes. Varios son los obstáculos que pueden presentarse frente a este tipo de iniciativas. Carencias en relación al suelo, dificultad de acceso al agua y “falta de tierra fértil” se repiten una y otra vez. Las huertas surgen en lugares impensados, no siempre dispuestos de la mejor manera.
A primeras, el cemento, la tierra arcillosa o la acumulación de otros materiales inhabilita el libre crecimiento de las plantas. Pero este es otro gran desafío: “subsanar el daño que le hemos hecho a nuestros suelos”. Algo muy interesante de este tipo de iniciativas consiste en resignificar el espacio, transformándolo en un espacio ahora lleno de vida y alimento.
La instalación de dichas huertas en el espacio público pone a prueba la posibilidad de hacer un proyecto al alcance de todos. Uno de los debates a los que se prestan este tipo de actividades. ¿A quién corresponde la cosecha? ¿Es posible agarrar algo aún no habiendo participado? En general, hay consenso en establecer que la cosecha corresponde a todos, estén o no implicados. Sin embargo, se propone, en la mayoría de los casos, participar de alguna manera en dicha huerta y cosechar, también, comunitariamente. Es parte del aprendizaje de una comunidad compartir y hacer propio el espacio público.
Cosechando comunidad
La mayoría de estas huertas, al fin y al cabo, no nacen con fines productivos sino más bien sociales. Buscan formar comunidad en su lugar de asentamiento. Se proponen observar qué genera dicho revuelo en el barrio. “Revalorizar la zona y hacerlo en comunidad. Así, dejamos espacios para disfrutar” nos dicen los Vecinos de Acassuso. “Generar conciencia, crear un espacio donde se impulsen iniciativas que ayuden al ambiente local” comparten desde la Huerta comunitaria "Biblioteca Popular y Casa de la Cultura Estación Manzanares".
Producir alimento propio, aprender sobre agroecología, conectar con la naturaleza y cambiar la forma en que nos vinculamos con el entorno son otros de los aspectos más remarcados por los distintos proyectos. La transformación del espacio público, muchas veces inaccesible para los vecinos, impacta de buena manera en los habitantes y visitantes, quienes ahora han ganado un nuevo lugar de encuentro y paseo para compartir. Los frutos sociales son mayores a los comestibles en estos casos. Los vínculos construídos son, para la mayoría, la mejor de las cosechas.
“Espacio Acassuso es un espacio de encuentro que, de paso, tiene el objetivo de formar y reafirmar conocimientos agroecológicos”, “el vínculo entre los huerteros y los chicos del barrio es el principal objetivo de este espacio” nos cuenta Huerta de la Ribera Fundación Lory Barra. El común denominador entre estas huertas es construir “un espacio que como comunidad nos permita estar vinculados con un objetivo común y dispuestos a construir conocimientos, mejorar el ambiente y la calidad de vida siempre con el otro”.
En relación al futuro y a los desafíos que el mismo propone, la mayoría de los proyectos coincide en afirmar que aspiran a que más personas se sumen a sus huertas y que éstas se repliquen. Este fenómeno social y cultural juega un papel relevante en el surgimiento de un “movimiento comunitario” donde se dinamiza la crítica sobre los estilos de vida comunitaria y se experimentan nuevas formas de convivencia.