Parece una teoríade conspiración mezclada con una profecía antigua, pero esta vez no. Hay personas que creenque nos embarcamos en una extinción masiva y no se trata de adivinos, sino de científicos especializados en cambio climático. Y no se trata de algo que sucederáen los próximos mil años, sino de un evento catastrófico que se puede desencadenaren menos de tres años.
Estudios del Instituto de Investigación del Impacto del Cambio Climático de Postdam han ponderado la información recopilada en los últimos años y determinado que, tal como lo dice el Acuerdo de París, la temperatura global no debe incrementarse dos grados centígrados más.
A través del “presupuesto de carbono”, cómo se le llama al límite que tenemos para las emisiones de carbono que producimos, podemos saber si estamos cerca de sobrepasarlo. Tristemente parece que, de no reducir las emisiones, en 20 años pasaremos el límite anual establecido y la vida en ciertos lugares del planeta (por sequías, inundaciones u otros problemas que derivan del cambio climático) será insostenible.
Sin embargo, la Misión 2020, establecida por más de 60 científicos, es más pesimista y cree que en tan solo tres años podemos llegar al punto de no retorno, es decir, que si no doblamos la curva de emisión de gases tóxicos para esa fecha, no habrá forma de revertir el daño que hemos causado en el planeta y si bien ese día no terminará la vida en la tierra, sí las posibilidades de que continúe como lo ha hecho desde hace miles de años.
Catastróficos y pesimistas, pero también activos. Los científicos que entraron en la Misión 2020 son en su mayoría estadounidenses y es que Trump, al establecer que sacaría a Estados Unidos del Acuerdo de París, prácticamente está condenando al planeta (su país produce más del 17 % de las emisiones tóxicas a nivel global), por lo que la comunidad científica está haciendo lo posible por cambiar su decisión.
Aunque unos creen que tenemos cerca de 20 años, es mejor comenzar a actuar como si sólo quedaran tres años antes de que sea demasiado tarde. Esto implica hacer el trabajo en casa, pero también presionar a las grandes corporaciones que contaminan mucho más que la población civil.