A través de la palabra creamos una idea y si esa idea tiene éxito, puede cambiar al mundo. Aunque parezca que las religiones viven un momento de crisis, miles de millones de personas aún creen en los fundamentos básicos de éstas y sus orígenes siempre se remontan a los mitos de la creación que existen alrededor del mundo.
A pesar de los conflictos bélicos por diferencias religiosas, y que las religiones discrepan en ciertas cosas, la idea principal de casi todas es el mismo, sean buenas personas. Conociendo distintos mitos de la creación podemos encontrar historias fascinantes que demuestran eso una y otra vez.
El creador
Las más grandes religiones del mundo, exceptuando la budista, tienen a la figura del creador todo poderoso en la mente. No hace falta explicar mucho este mito, pues todos lo conocemos, pero sí es importante recalcar que el cristianismo, judaísmo e islamismo parten de la misma premisa y que con el paso de los siglos y milenios han encontrado pequeñas discrepancias que se han convertido en sus banderas, olvidando que la base de todas sus ideas surge de que un ser todopoderoso creó al hombre a imagen y semejanza, reflejando que todos somos iguales.
El balance
Uno de los orígenes de la creación en China habla de un huevo cósmico creado a partir de dos opuestos que se balanceaban: el ying y el yang. En ese huevo se encontraba un ser divino llamado P’an Ku.
Cuando el ser nació se puso a trabajar y con un martillo creó todo el planeta, moldeando cada rincón de este. Para que la obra quedara completa, P’an Ku tuvo que morir y de su cuerpo se creó la tierra, las rocas, el sol y la luna así como el cielo. Finalmente el hombre y la mujer también nacieron de ahí, demostrando que somos uno con la naturaleza y todo lo que nos rodea.
El origen
África es el continente en el que todo inició. De ahí la humanidad decidió salir y explorar el resto del mundo, pero durante mucho tiempo fue todo lo que conoció. Una de las más importantes sociedades antiguas fue la egipcia y aunque existen muchos mitos de la creación, todos tienen elementos en común, este es un resumen de uno de los mitos más aceptados:
“En el principio sólo existía un océano infinito, Nun, que contenía todos los elementos del Universo. No existían ni el Cielo ni la Tierra, y los hombres aún no habían nacido. No había vida ni muerte. El espíritu del mundo se hallaba disperso en el caos, hasta que tomando conciencia se llamó a sí mismo; así nació el dios Ra.
Ra estaba solo; creó de su aliento al aire, Shu, y de su saliva a la humedad, Tefnut, y los mandó a vivir al otro lado de Nun. Después hizo emerger una isla donde poder descansar; la llamó Egipto. Y como surgíó de las aguas, viviría gracias al agua; así nació el Nilo.
Ra fue creando a las plantas y los animales a partir de Nun. Entretanto, Shu y Tefnut tuvieron dos hijos, a los que llamaron Geb (Tierra) y Nut (Cielo). Geb y Nut se casaron; así, el cielo yacía sobre la tierra, copulando con ella. Shu, celoso, los maldijo y los separó sosteniendo al cielo sobre su cabeza, y sujetando a la tierra con sus pies; aún así, no pudo evitar que Nut tuviera hijas, las estrellas.
Ra había enviado a uno de sus ojos a buscar a Shu y Tefnut. Pero cuando regresó, otro ojo había ocupado su lugar. El primer ojo comenzó a llorar, hasta que Ra lo colocó en su frente, creando así al Sol. De las lágrimas del primer ojo nacieron los hombres y las mujeres, que habitaron en Egipto. Y todas las mañanas, Ra recorría el cielo el cielo en una barca que flotaba sobre Nun, transportando así al Sol. Cada noche, Nut se lo tragaba, y Ra continuaba su viaje por el Infierno; si lo atravesaba, volvía a nacer de Nut, dando origen a un nuevo día”.
Los mitos imponen a dioses o fuerzas sobrenaturales para demostrar que nosotros nacimos a partir de ellos, pero nunca distinguen a la humanidad, siempre somos iguales. Esa pequeña lección es lo que nos debe unir, tal vez no seamos dioses, tal vez ni siquiera controlemos nuestro destino, pero sí podemos decidir vivir juntos y no separados.