El 5 de agosto comenzaron los Juegos Olímpicos de Río 2016. Alrededor de ellos hubo algunas polémicas, debido a la situación política del país anfitrión, y a hechos como el asesinato de Juma, el jaguar que era exhibido junto con la antorcha olímpica.
Más allá de eso, muchos deportistas comprometidos representan a sus naciones en estos juegos, y una de estas delegaciones es muy especial, ya que por primera vez participa un equipo conformado por refugiados, que compite bajo la bandera olímpica.
Una de las integrantes de esta delegación es Yusra Mardini, nacida en Siria, quien conmovió a la audiencia cuando contó en una conferencia de prensa su historia, que tiene que ver tanto con la natación como con su difícil escape de la guerra.
Yusra tiene hoy 18 años. Su padre era entrenador de natación, y ella amó el deporte desde pequeña. En 2012, a los 14 años, representó a Siria en los mundiales de Estambul. Sin embargo, el avance de la guerra complicó y amenazó su vida hasta que, en agosto de 2015, ella y su hermana decidieron intentar escapar de Siria y de la guerra en un bote lleno de refugiados que las conduciría a la isla de Lesbos, en Grecia.
"Cuando te subes al bote, te dicen que vas a morir, así que piensas solo en la muerte", explicó Sara, la hermana mayor de Yusra. Por eso, le dijo a su hermana menor que, si algo pasaba, solo tenían que intentar salvar sus propias vidas, ya que ayudar a otros sería imposible.
Sin embargo, cuando el bote en el que viajaban con más de 20 refugiados se detuvo por la noche en el medio del mar, ellas entendieron que abandonar al resto no les sería posible: el bote se desinflaba y se hundía por sobrecarga. Viajaban en él dos o tres veces más personas de las que las que cabían. Todos creyeron que morirían.
Sin embargo, en un acto heroico, Yusra, que se sabía una gran nadadora, junto con su hermana menor y otra mujer, saltaron de la embarcación y con cuerdas la arrastraron hasta la costa, nadando durante más de tres horas y media, cargando con el peso del bote y de las demás personas.
Cuando Yusra cuenta su historia, dice que desde esa noche odia el mar, y que en ese momento solo pensaba que, si moría ahogada, sería una vergüenza para una gran nadadora como ella.
Afortunadamente, las tres mujeres pudieron llevar el bote hasta la orilla y el grupo sobrevivió. Yusra y su hermana viajaron por tierra a Alemania, donde viven desde entonces.
A las dos semanas de instalarse, la joven se presentó en un club. "Soy nadadora, ¿pueden aceptarme?", preguntó. No tenía gorro, traje de baño ni dinero.
Menos de un año después, Yusra se preparaba entrenando dos horas diarias antes de la escuela para representar a los refugiados del mundo en los Juegos Olímpicos de Río.
Ya corrió su primera carrera, los 100 metros mariposa, y aunque está lejos de la clasificación para la final, fue la primera en su serie. Sin embargo, el desafío más grande de su vida fue el que ya enfrentó con éxito: haberle dado a sus compañeros de barco una nueva oportunidad de vivir.