Todas las personas tienen sueños cuando son jóvenes y aunque, algunas no llegan a cumplirlos, este no sería el caso de Laura Dekker. Con apenas 14 años de edad, esta joven decidió que lograría realizar, contra viento y marea, lo que deseaba.
Ella quería navegar sola los siete mares, darle la vuelta al mundo en su yate. Pero antes de salir a enfrentar las aguas más tormentosas del planeta, debía hacerle frente a otros obstáculos. Su corta edad, le daría algunos problemas.
El apoyo de papá
Desde que Laura era muy pequeña, su padre le enseñó mucho, tanto sobre el mar como de la navegación y la vida. Por lo que todos los conocimientos que puso en práctica al momento de recorrer el mundo, los aprendió de su mayor apoyo, su papá.
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Además de eso, fue él quien le advirtió de algunas adversidades que podría enfrentar durante su viaje y cómo superarlas.
Desde los duros golpes de la naturaleza, como mareas descontroladas, olas enormes y fuertes tormentas; hasta la difícil sensación de soledad, el desanimo, las ganas de rendirse, entre otras cosas.
No sería fácil, pero su papá confiaba en ella, no tenía dudas de que lo lograría.
Juicio contra el Estado de Holanda
Sin embargo, para poder cumplir su sueño necesitaba más que el permiso de su padre. Así lo supo, cuando el Estado de Holanda, país del que es ciudadana, no le permitió salir a enfrentar el mar debido a que era menor de edad.
Esto no la detuvo, enfrentó al Estado holandés en un juicio. En el cual no solo recibió el apoyo de sus padres, sino también de sus abogados, que junto a ella lograron ganar. Obtuvo el derecho de salir a desafiar los siete mares.
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Obtuvo importantes lecciones
Laura partió en su largo y solitario viaje, dándose cuenta desde el principio, que no sería tan fácil como creía. Así, lo dijo ella misma:
“Disfruto navegar y todo a mi alrededor, pero extrañaba muchísimo a mi papá, mi hogar. Pasé dos días sin poder digerir la comida, me sentía realmente sola y extraña”.
En sus palabras se puede notar que al inicio de su travesía, lo más duro fue enfrentar la soledad. Encontrarse en medio del mar sin absolutamente ningún tipo de compañía, más que sus pensamientos.
Para tener control sobre el yate, primero debía controlar sus emociones. Aunque fue bastante duro, lo superó. Logró centrarse en lo que la mantendría a salvo, navegar la embarcación, izar las velas, mover el timón, todo eso que ella tanto ama.
Después de darle la vuelta al mundo y superar cada uno de los distintos inconvenientes, Laura contó lo mucho que aprendió:
“Mi papá y el océano son mis maestros más importantes, los mejores que he tenido. En el océano aprendí a dejar de luchar contra todo. Así como las olas, la vida no siempre es justa, pero el viento siempre nos ayuda a ir hacia donde queremos. Aprendí a ser feliz con lo que tengo en el momento, sacándole el máximo provecho. A respetar y apreciar lo que me rodea”.
Definitivamente, Laura Dikker es una joven que tuvo mucho que enfrentar para conseguir lo que quería, pero nunca se dio por vencida. Luchó contra viento y marea para darle la vuelta al mundo sola en su yate.
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