En la década de los 80, un niño surcoreano llamado Kim Ung-Yong ganó renombre mundial debido a su asombroso coeficiente intelectual, que alcanzaba los 210 puntos. A los ocho años de edad, ya se le consideraba la persona con el CI más alto del planeta. Esto le valió una invitación por parte de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA) para colaborar con ellos.
La colaboración de Kim con la NASA se extendió por una década, durante la cual logró un éxito académico excepcional. A los 16 años, ya había obtenido un doctorado en física. Sin embargo, aunque su carrera parecía brillante, el científico compartió con melancolía su experiencia en una entrevista con The Korea Herald, un medio surcoreano que lo buscó en su adultez.
El joven prodigio admitió que su estadía en Estados Unidos no fue tan placentera como podría haber parecido. Su vida estaba estructurada en una rutina monótona, centrada en resolver ecuaciones y tareas académicas. En medio de este enfoque riguroso, se sentía solo y carecía de amigos. Su mayor anhelo era estar junto a su madre y su familia en Corea del Sur.
A pesar de las oportunidades y el reconocimiento que había alcanzado, Kim Ung-Yong decidió renunciar a la NASA y regresar a su país natal. Sentía que estaba perdiendo momentos valiosos al no poder estar al lado de su madre durante su juventud. Esta decisión sorprendió a muchos, ya que había alcanzado niveles académicos notables y estaba rodeado de importantes científicos en Estados Unidos.
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A su regreso a Corea del Sur, Kim enfrentó desafíos para homologar sus estudios y se vio obligado a comenzar su educación desde cero. Sin embargo, en menos de un año logró obtener los títulos de primaria y secundaria necesarios para acceder formalmente a la universidad.
El genio surcoreano explicó que el exceso de atención mediática en su vida lo hacía sentir como un "mono de zoológico". Aunque la sociedad tenía altas expectativas de su futuro, Kim creía que la vida no debía medirse únicamente por el cumplimiento de esas expectativas. Abogó por la individualidad y recordó que su decisión de dejar la NASA no debe considerarse un fracaso.
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Kim Ung-Yong es un ejemplo que versa que más allá del éxito académico y profesional, el amor y la conexión con la familia son valores fundamentales que pueden influir en las decisiones más importantes de la vida. Su elección de priorizar su bienestar emocional y estar cerca de su madre es un testimonio de que el éxito verdadero abarca todas las dimensiones de la vida.
Fuente: La Nación.