Mi vida no era muy diferente a la tantas otras personas en el mundo. Vivía sola en un apartamento pequeño, trabajaba todos los días, estudiaba, y me las ingeniaba para hacer las cosas que más me gustaban: ir al cine, salir a sacar fotografías por la ciudad (¡los parques siempre fueron mis favoritos!), cocinar, y visitar a mis amigas, claro.
Para mí el amor era algo que tenía magia solo en las películas. No es que nunca hubiera estado en pareja, pero nunca había sentido con tanta intensidad esa certeza que desde adentro del corazón te grita que sí, que ésa es la persona con la que te gustaría compartirla vida entera. Nunca había vivido esa escena de la corrida final de la película, ni la del beso mientras cae la nieve.
Quizás también estaba un poco escéptica del amor. Me resultaba difícil conocer gente porque siempre andaba de acá para allá, pensando en mis cosas, con el tiempo justo para hacer precisamente lo que más me gustaba. Y congeniar con alguien para compartirlo no era algo que se daba tan naturalmente. Además, siempre fui una persona un poco tímida también, debo admitirlo.
Así que mis planes eran quedarme en casa, con un film clásico, disfrutando de mi mundo interior, pero anhelando al mismo tiempo poder encontrar esa magia que miraba a través de la pantalla.
¿Qué fue lo que cambió mi vida? Un viaje. Sí, un día, como si hubiera encontrado alguna extraña revelación entre sueños decidí que viajaría a Sicilia, Italia. Ahí habían nacido mis abuelos y ahí quería ir, a buscar las raíces de todo, de mi misma.
Pero no conocía nada; nunca había ido, ni tenía adónde ir. Y fue ahí donde le hice caso a ella, a mi amiga del alma, que me insistió una y otra vez a que me baje Badoo, que es la dating app más grande del mundo, y que seguro ahí podía contactarme con personas locales que estuvieran alrededor de mi, que conocieran la ciudad y que me pudieran acompañar a recorrer un poco.
Al principio me costó aceptar la idea. Me resultaba raro estar desde acá hablando con personas de Italia. "Es artificial", decía. Pero terminó siendo súper fácil, curioso y hasta divertido. Aunque nunca hubiera imaginado que solo con cambiar mi ubicación aparecería Marcos.
De sus fotos me atrajo cómo contrastaba su cabello rizado y revuelto con su apariencia tranquila, y su sonrisa grande. Además, en su perfil decía que le gustaban las películas clásicas, como a mí, ¡y también la fotografía! Así que de seguro sabría bien adónde ir a recorrer. Pero no solo eso, ¡también era vegetariano! Quizás les parezca un dato súper menor, pero, ¡no se imaginan lo difícil que es encontrar a alguien con el que no haga falta explicar por qué elijo no comer animales!
Todo empezó con un tímido "hola" por el chat de la app, que me sorprendió por completo. Marcos no era de Sicilia; estaba ahí trabajando temporalmente como fotógrafo en eventos. Así que no hubo ni barrera de idioma para nosotros. Todo fluyó tan libremente que no veía la hora de encontrarme con él. Me enviaba fotos de la ciudad, me contaba detalles, lugarcitos típicos; todo me entusiasmaba. ¡Hasta nos animamos a hacer una videollamada! Me pareció mágica la forma sutil en que sonreía y me miraba.
¡Sí, ya había magia en el aire! Solo faltaba que por fin nos encontráramos.
Todo en ese viaje fue realmente encantador. Visité la casa donde habían vivido mis abuelos, paseé por la ciudad, comí cosas muy ricas, y hasta armé una exposición de fotografías al volver.
Hoy, esas fotos están sobre mi escritorio en mi casa, donde vivimos con Marcos hace dos años. En cada una de ellas lo encuentro, nos encuentro, tan casuales, tan mágicos, tan enamorados.
¿Quien hubiera dicho que entre 362 millones de usuarios nos iríamos a encontrar? ¡Pero así fue!
Siempre le agradecí a ella, mi amiga, por haberme insistido esa tarde a que me baje Badoo, porque ése fue el comienzo de lo que hoy me hace estar feliz, entusiasmada y llena de amor. ¡Realmente valió la pena!