Cada día tomamosdecisiones que guían nuestra vida por un camino invisible. No sabemos a dóndenos llevan y muchas veces las decisiones son precipitadas, pero son justamentelas que nos hacen lo que somos y seremos. Se puede decir que el sistema es unpoco injusto con esas decisiones, pues muchas veces nos dicen que somos muyjóvenes para tener una relación o para casarnos, para salir sin compañía dealguien, pero nadie dice que somos muy jóvenes para decidir qué queremos hacercon el resto de nuestras vidas.
En la mayoría delos países, desde los 16 años necesitas empezar a decidir qué estudiarás en launiversidad y a los 18 se espera que ya lo sepas, que tomes una carrera quedefinirá la mayoría de los años que te quedan de vida, que reforzará tuidentidad, te acercará a personas con las que compartirás una vida profesionaly que será algo esencial cuando alguien te conozca.
Esa injusticia nodesaparecerá pronto, por eso mucha gente se preocupa por que aprendamos aentender qué queremos, qué sabemos hacer y qué podemos dejar pasar. Pero comoel matemático G.H. Hardy escribió en su ensayo “La apología de un matemático”, es importante descubrir qué es lo que nos apasiona, y en lugar de estaresperando ser buenos en ello, hay que descubrir sobre la práctica qué es lo que sí podemoshacer.
“Un hombre que siempre se está preguntando, ¿Lo que hago vale la pena? Siempre será inefectivo y un desaliento para los demás. Debe cerrar los ojos un poco y pensar un poco más acerca de su tema y de sí mismo (…) Un hombre que se propone justificar su existencia y sus actividades tiene que distinguir dos preguntas diferentes. La primera es si vale la pena hacer el trabajo hace; y la segunda es por qué lo hace, cualquiera que sea su valor. La primera pregunta es a menudo muy difícil, y la respuesta es muy desalentadora, pero la mayoría de las personas encontrarán la segunda bastante fácil. Las respuestas, si son honestas, generalmente tomarán una de las dos formas; y la segunda es simplemente una variación más humilde de la primera, que es la única respuesta que debemos considerar seriamente”.
Según Hardy, por eso muchas personas optan por algo en lo que son buenos, pero no algo que los apasiona y que son capaces de realizar. Para él es importante que exista una llama, una pasión desbordante que nos haga sentir en cada momento que realizamos algo por un bien para la humanidad.
“La ambición es una pasión noble que legítimamente puede tomar muchas formas, pero la más noble ambición es la de dejar atrás algo de valor permanente”.
G.H. Hardy es un poco crítico de seguir nuestros sueños sin un sustento. No podemos aspirar a ser astronautas sólo por el hecho de que la idea suena bien. Necesitamos tener aptitudes que nos califiquen y entonces debemos explotarlas para ser los mejores.
En su filosofía, no puedes optar por estudiar medicina sólo porque es una carrera que paga bien, debes buscar cambiar al mundo a través de ella y sólo si tienes esa intención tus motivos son puros y merecen ser recompensados.
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