Mucho tiempoatrás, las mujeres que estaban esperando un bebé temían que naciera niña yfuera rechazada por su padre, ya que se creía que el género femenino secaracterizaba por la debilidad y significaba el fin del legado familiar.
Sin embargo, las mujeres han peleado porabrirse camino demostrando que, lejos de ser el “segundo sexo”, como se hanempeñado en enseñarles, tienen en sus manos un rol transformador que es capazde generar lo más revolucionario de todo: la vida.
Esto ha sidocomprendido bien por los habitantes de Piplantri, un pequeño pueblo ubicado en el estado deRajasthan (India), donde cada niña que nace representa unabendición. Por eso, la comunidad lo celebra con esa misma alegría, resaltandoesta capacidad de dar vida con un festejo muy particular: cuando una mujernace, son plantados más de 100 árboles.
Ésta parece una escena casi irrisoria si tenemos en cuenta que el género femenino en algunos países muy tradicionalistas (y muchas veces también en los occidentales) sigue siendo considerado una “propiedad” que se define, únicamente, por el hombre que la posee, y a las cuales muchos derechos le son arrebatados.
Por esto, la celebración de Piplantri tiene un trasfondo mucho más profundo: el bosque plantado permitirá que la mujer, al crecer, pueda servirse de los frutos de esos árboles.
En la India se realizan con mucha frecuencia abortos selectivos de niñas, es decir, abortos a causa del género del bebé. Se calcula que cada año se realizan alrededor de 500 mil. Esto ha producido que exista un índice más alto de hombres en la India y, aunque el Gobierno indio ha intentado frenar esto mediante la actualización en 2003 de la Ley sobre las Técnicas de Diagnóstico Prenatal (1994), el peso de la tradicional patriarcal sigue vigente.
Además, esos abortos selectivos muchas veces suceden en familias humildes que no pueden darles, cuando crezcan, una "dote" para pagarle a la familia de sus futuros maridos para poder contraer un matrimonio, que ni siquiera ellas eligen, en la mayor parte de los casos. Aunque la ley india prohíbe desde 1961 el pago de dinero por parte de los padres de la novia a la familia del esposo, sigue siendo habitual.
Por esto, esta iniciativa, ideada por el alcalde del pueblo Shyam Sundal Paliwal, le ha hecho frente no solo a la aridez del terreno, sino también al modo de sostenimiento de las mujeres indias.
“Cuidamos de los árboles como parte de nuestra familia. Porque son el fruto de la tierra y porque también nos darán el fruto para mantener a nuestras hijas", explica una de las mujeres de la aldea.
Además de plantar, la comunidad ofrece una pequeña cantidad de dinero para la niña. Los padres, por su parte, se comprometen a aportar un depósito fijo para el futuro de sus hijas y deben firmar una declaración jurada prometiendo que no la casarán antes de lo permitido por la ley, ya que según un informe de UNICEF, más de un cuarto de la población femenina contrae matrimonio antes de los 15 años. También, se comprometen a llevarla a la escuela y a cuidar los árboles hasta que ella pueda hacerlo.
Incluso, alrededor de cada árbol se cultivan otras plantas como el aloe vera que el pueblo y sus mujeres pueden utilizar como materia prima para realizar productos de cosmética natural y así obtener una fuente de ingreso propia. A partir de esto, incluso, se han organizado cooperativas de trabajo.
Ese lazo tan especial que se establece entre las niñas y la naturaleza a través de los árboles se expresa, cuando cumplen cinco o seis años, en cuerdas de colores que atan a los árboles.
Hoy ya son más de 285 mil los árboles que se alzan en un espacio de 2.000 hectáreas, haciendo de esta experiencia una historia de esperanza que representa una pequeña semilla dentro de una sociedad fuertemente tradicional y patriarcal. En este sentido, Piplantri es un pueblo que, árbol tras árbol, vuelve a elegir despertar...