Desde muy joven, José Ramón Moragrera ha tenido claro que su pasión son los buitres. Cuando era niño, su padre lo llevaba a una pequeña explotación forestal de la familia y fue ahí donde los vio por primera vez. “Yo quería verlos, siempre lo quise” declaró a El País.
Ha tenido una vida variada y ha conocido gran parte del mundo trabajando 17 años como marino. Pero reconoce que es un “hombre de montaña” y decidió iniciar una granja de conejos en un terreno encargado por su padre. Ocasionalmente se encontraba con algún buitre al que trataba, sin mucho éxito, de alimentar.
Un día, sin embargo, notó que una docena de buitres sobrevolaban la reserva. “Casi se me saltó el corazón”, confesó. Desde entonces bajan a comer y la cantidad ha aumentado con el tiempo. Según José, se debe a que otros buitres “Ven que hay muchos congéneres planeando y se acercan pensando que hay comida”. Casi todos los buitres son leonados, pero José dice que no hace mucho vio a uno negro.
Con el tiempo Buitreman, como lo llaman, decidió dejar la cría de conejos y abrir la reserva al público. Cada mañana a las 9, excepto cuando llueve, José alimenta a entre 300 y 400 buitres con 200 kilos de carne. La reserva ofrece alojamiento y desayuno. La mayoría de los que se hospedan son fotógrafos y amantes de la naturaleza o de lo buitres en particular.
José confiesa que a pesar de tener más de 10 años haciéndolo, siempre disfruta de ese momento del día en el que se ve rodeado de buitres. “Estoy tan emocionado, es tan potente la historia, que no pienso nada”.
Críticas ambientalistas
¿Está mal que un humano los alimente, en lugar de que se procuren su propia comida? José sostiene que no, y además, los Buitres no están cautivos, sino que por su propia voluntad se acercan cada día.
Sin embargo, es posible cuestionar si facilitarles comida sin ningún esfuerzo no está alterando el ecosistema, ya que están dejando de comer restos de animales que mueren de causas naturales en las cercanías.