Por la Dra. María Alejandra Rodríguez Zía*
El escorbuto es una enfermedad que resulta del consumo insuficiente de vitamina C. Esta vitamina es necesaria para proteger nuestro organismo de infecciones y agentes patógenos, entre otras funciones. Dado que el cuerpo humano no puede sintetizar vitamina C (algunos animales sí lo hacen), es preciso incorporarla a través de la alimentación, con el fin de evitar su deficiencia.
El escorbuto comenzó como un trastorno que afectó a las personas dedicadas a las campañas de mar, que tenían muy poco acceso a los alimentos frescos. Pero hoy en día es muy frecuente en las personas que viven en países en desarrollo, y también es un mal de las grandes ciudades. Cabe destacar que la primera deficiencia nutricional en la alimentación de los chicos, es la carencia de vitamina C.
La importancia de la vitamina C
La vitamina C es un agente protector, mejora la absorción del hierro presente en los alimentos de origen vegetal, y contribuye al buen funcionamiento del sistema inmunitario para proteger al cuerpo contra las enfermedades. Conocida como ácido ascórbico, es un nutriente hidrosoluble, es decir que se disuelve en agua.
Su función es aumentar la producción de anticuerpos y preservarnos frente a la oxidación. De esta manera, mejora la respuesta inmunológica del organismo ante infecciones y ataques de agentes patógenos. Además, es esencial para que nuestro cuerpo pueda fabricar colágeno, una proteína presente en casi todos los tejidos (huesos, piel, dientes, cartílagos, músculos, tendones, etc.), y necesaria para la cicatrización de las heridas.
La vitamina C nos puede proteger y defender de muchas enfermedades, que no se manifiestan inmediatamente, sino con el paso del tiempo, como la ateroesclerosis y el cáncer. Las dos enfermedades más frecuentes, que son causantes de mortalidad en el mundo. Si tuviéramos conciencia de que esto se produce por nuestros malos hábitos alimentarios y la contaminación en nuestro cuerpo, entonces podríamos comenzar a hacer verdaderas prevenciones desde la infancia hasta la adultez, y luego en la ancianidad.
El fumador: un blanco perfecto para el escorbuto
Se sabe que en personas que han fumado mucho tiempo, hay un riesgo aumentado de padecer de cáncer, enfermedades cardiovasculares, y otras enfermedades crónicas. Esto se debe al efecto nocivo de algunas sustancias químicas oxidantes, que provocan alteraciones del funcionamiento celular. El alto contenido de oxidantes en el humo del tabaco explica las bajas cantidades de antioxidantes, y el daño oxidativo que se observa con tanta frecuencia en personas que fuman.
Es importante destacar que el estrés oxidativo, al que todas las personas estamos sometidos en las ciudades por respirar el humo de los colectivos y de los autos, implica un consumo muy grande de vitamina C. Y, asociado al tabaquismo, hace que suframos de un escorbuto subclínico. Es decir, que no tiene manifestaciones clínica evidentes. En el fumador, como en todos aquellos que se exponen a una contaminación ambiental, el sistema antioxidante (denominado sistema antioxidante endógeno), se pone a prueba y trabaja al máximo.
Síntomas escondidos
Los marineros que se embarcaban por meses, presentaban sangrado en las encías, por la nariz y hasta en la orina, y estas hemorragias eran muy frecuentes, como sintomatología propia del escorbuto. Sin embargo, el escorbuto, si no es absoluto como en épocas pasadas, no dará síntomas tan evidentes.
Con todo, generará el agotamiento de nuestro sistema antioxidante, haciendo que las personas fumadoras, por ejemplo, tengan un envejecimiento más rápido. Esto se hace visible en la piel de un fumador, a la medida que van pasando los años. No es lo mismo una persona que nunca fumó a una que sí lo hizo, porque en esta última su colágeno no se pudo resintetizar para regenerar los tejidos.
A través de la piel de un fumador, podemos ver mayor fragilidad capilar y la tendencia sutil a las hemorragias. También son comunes las infecciones respiratorias, sobre todo a nivel bronquial. Esto sucede no solo por la carencia de vitamina C, sino porque además los cilios de su aparato respiratorio (encargados de extraer microbios y otros residuos), se paralizan por el tabaco y no provocan la limpieza nocturna habitual del árbol respiratorio, hecho que se produce mientras reposamos. Ante esta parálisis de los cilios, a la mañana el fumador se ahoga en sus propias secreciones, y tiene la tos típica.
Cómo suplir la Falta de Vitamina C
El escorbuto puede prevenirse con una dieta que incluya ciertos cítricos como naranjas o limones. Otras fuentes ricas de vitamina C son kiwis, frutillas, sandías, mangos, miel y algunas verduras, como ajíes, espinacas, pimentón dulce, aceitunas, brócolis, tomates, coliflores y repollos.
Toda persona fumadora debe conocer los riesgos a los que se expone, y la carencia gigante que tiene de vitamina C. Por lo tanto, ante la imposibilidad de dejar de fumar, como mínimo debe ingerir vitamina C tres veces en el día.
De esta manera, el médico puede relacionar los tiempos en los cuales presenta carencias absolutas de vitamina C, que se podrán detectar, y de acuerdo a esto hará una indicación personal de la cantidad de vitamina C que requiere su paciente. También evaluará en qué tiempos la necesita, porque un fumador puede tomar 10 gr de vitamina C a la mañana, pero tal vez a las 12 horas del mediodía, si fumó su paquete de cigarrillos, ya no le quede resto.
Por esta razón, es fundamental regular los tiempos. Por ejemplo, midiendo en orina la vitamina C a la mañana, a la tarde y a la noche. Así, si consume 10 gr de vitamina C a la mañana, posiblemente los tenga que repartir en 4gr, 3 gr y 3 gr, para que, de esta manera, la vida de la vitamina C sea apropiada y pueda cubrir los requerimientos de todo un día, mientras no deje de fumar.
Se estima que el 100% de la población que vive en las ciudades, tiene carencias de vitamina C. Esto sucede porque no la consumen a través los alimentos, o porque la contaminación ambiental la disminuye, más aún en el caso de los fumadores.
Observando lo que sucede en la naturaleza, podemos afirmar que debemos consumir vitamina C en forma parecida a los animales. Así es que un día que no dormimos bien, que hicimos excesivo deporte, o que estamos más estresados, seamos o no fumadores, debemos aumentar la dosis de vitamina C que consumimos; tanto en cantidad como en frecuencia.
A tener en cuenta
No hay ningún riesgo en el consumo de vitamina C. El único peligro es que se elimine de nuestro cuerpo, pero no que se acumule. Constantemente estamos orinando vitamina C y, como máximo, ingiriendo demasiada. Lo único que nos puede pasar es que tengamos una leve diarrea. Pero para esto hay que tomar, como mínimo, 20gr por día.
La ingesta diaria recomendada de vitamina C es de 75 mg para la mujer, y 90 mg para el hombre. Otros primates que, como los humanos, no producen vitamina C, consumen entre 2000 y 8000 mg al día. Este hecho constituye la base para diversos replanteamientos sobre las cantidades recomendadas actuales, que algunos autores aumentan hasta los 110 mg diarios.
Una naranja aporta por término medio 53 mg de vitamina C (40 - 80 mg por 100 g). Una ingesta de menos de 10 mg al día puede provocar escorbuto. Pero la dosis recomendada diaria no alcanza para combatir el tabaco ni la contaminación ambiental. Hay que recordar que los fumadores necesitan más vitamina C, porque la nicotina y los metales pesados del cigarrillo reducen la cantidad de esta vitamina en el organismo.
* La Dra. María Alejandra Rodríguez Zía (MN 70.787) es Médica Clínica y Endocrinóloga de la Universidad de Buenos Aires (Argentina).