Todavía recuerdo la primera vez que me vino el período. Era aún una niña y no entendía qué era lo que me pasaba. Recuerdo haber sentido una sensación extraña, entre vergüenza y desconcierto. ¿Qué le pasaba a mi cuerpo? ¿Qué me pasaría desde entonces?

Hoy, siendo una mujer, el período ya perdió ese sentido de novedad. La vida de adulta nos lleva de a poco a "olvidar" que tenemos un cuerpo sumamente valioso que es mucho más que un instrumento para trasladarnos o hacer cosas. Muchas veces tomamos dimensión de su importancia cuando falla, cuando duele, cuando a gritos nos dice: ¡ey! ¡Acá estoy y sin mí, poco puedes hacer! ¿Puedes cuidarme como me merezco?

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Lo mismo pasa con el período. Para algunas de mis amigas directamente es una molestia que obviarían de sus vidas. No es una fuerza creadora ni un milagro como era para muchas culturas. Es un dolor de viente, o un dolor de cabeza. O la razón de una sensibilidad que aplacarían con cualquier cosa. Estamos, sin dudas, desconectadas de nuestro cuerpo, de nuestro ser mujer.

En mi experiencia el ser mujer se me presentó como todo un tema médico. El primer mes que no me vino el período pensé, como lo haría más de una, que estaba embarazada. Pero el test salió negativo y me quedé tranquila. Sin embargo, siguió sin venirme y volví a pensar que seguro estaba esperando un hijo/a. Con temor y ansiedad volví a hacerme un test y salió negativo. La situación se prolongó en el tiempo. Al parecer, no había ningún bebé en camino. Pero entonces, ¿por qué no había señales de menstruación?

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De ahí en adelante tuve una odisea de médicos y análisis clínicos. Pinchazos por aquí y por allá. Ecografías, radiografías... De todo. Pero nada salía. ¿Estrés? ¿Alguna situación emocional particular? No sentía que hubiese algo en mi vida tan importante como para retrasarme tanto el período; nunca me había pasado nada así. Además, siempre fui una persona sensible; sabría si algo realmente me hubiera afectado.

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Los médicos se rascaban la cabeza. Yo empezaba a sentirme molesta con la situación. Algo natural de repente no estaba pasando en mi cuerpo. ¿Qué falla?, pensaba todo el tiempo. Sentía dolores de ovarios, ánimo cambiante, poco deseo sexual...

En paralelo, trataba con mi psicóloga mi ser mujer. Lo conversaba, lo repensaba. Pero nada. Ya iban 9 meses para entonces. Y la situación se había vuelto una normalidad incómoda.

¿Qué pasó entonces?

Creer o reventar. Lo que me sanó, lo único que pudo hacer que volviera a menstruar fue participar de un "Círculo de Mujeres", un espacio donde se trabaja el ser mujer desde una mirada amorosa y colectiva.

La energía de esas mujeres, intensa, afectiva y sanadora fue una experiencia muy linda para mí. Cantaban, hablaban, lloraban. Y todo se sentía como un ritual íntimo y profundo.

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En esa conexión con el propio poder interior de sanación, con la corriente creativa, con la intuición y la energía tan intensa del ser mujer, hicimos en conjunto una visualización sobre nuestro propio útero. Y allí, como si fuera una meditación, fuimos recorriendo todo nuestro interior. Eso de lo que poco se habla y de lo que sin embargo todos fuimos en algún momento parte, ¿no?

Ese día me fui a mi casa pensando y sintiendo en mi corazón la intensidad de la experiencia. Al otro día, la menstruación estaba ahí. Créase o no. Ésa fue y es mi verdad, y hoy te la cuento para que tú también entiendas que tienes dentro de ti un gran poder creador que es más que un dolor de cabeza. Es la matriz de toda la vida. Abrázalo, acéptalo y disfruta de tu ser mujer.

¡Bendiciones!