Imagínate las miles de formas de comunicación que existen en nuestro cuerpo ahora, en este preciso instante. Nuestro cerebro está formado por 80 mil millones de neuronas comunicadas, a su vez, con millares de otras células nerviosas. Cada función de nuestro organismo, cada minúsculo movimiento y pensamiento provienen de esas conexiones.
Piénsalas, por un momento, como si fueran rutas o caminos que se trazan en tu interior. De tanto recorrerlas de una misma manera, se fijan y se vuelven casi automáticas. Esto es: cada vez que sucede una situación "X", tú reaccionas de forma "Y".
Pues bien, con los pensamientos sucede lo mismo. De tanto conectar y asociar ciertas ideas, comportamientos y sentimientos, esos caminos se vuelven habituales. Y sin quererlo, nos encierran, nos hacen envejecer.
¿Qué queremos decir con "envejecer"? Que van, de a poco, cerrando nuestra mente. Hacen que veamos solo un camino y no los otros cientos posibles. Y esto, en vez de facilitarnos las cosas, nos las complica.
La buena noticia es que es posible reprogramar esas rutas mediante la creación de nuevas conexiones. No importa si ese pensamiento inicial que inventamos no es orgánico, pues la mente no los distingue por su origen.
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Las consecuencias de esto son enormes, pues cada vez que pensamos nuestro cuerpo genera sustancias químicas. Un ejemplo muy sencillo en que puedes comprobar la fuerza de lo que decides, no importa cuán artificial te resulte en un principio, es la risa. Prueba fingirla. ¡Verás que terminarás riéndote genuinamente!
La vejez o juventud dependen no solo de cómo luces por fuera, sino también de cuán abierta es tu mente, de qué tan flexible te sientes como para tomar una ruta alternativa a la conocida. Veámoslo más en detalle.
Una mente cerrada se caracteriza por
- Lamento y queja constante.
- Victimización. Sensación de que no se tiene control sobre nada de lo que sucede, de que uno es víctima de las circunstancias.
- Temor constante, sobre todo, a los cambios.
- Sensación de que las cosas "son así", de estancamiento.
- Enojo frecuente porque las cosas no salen como se esperan.
- Repetición constante de frases como "es imposible", "no puedo", "no soy capaz".
- Sentimiento de culpa por pensar, hacer o sentir por fuera de lo esperado.
- Rutinas poco flexibles. Hacer las cosas siempre de la misma manera, aunque sean incómodas o hagan daño.
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Por el contrario, una mente abierta se caracteriza por:
- Estar dispuesta al aprendizaje.
- Sensación de curiosidad, instinto de aventura, deseo por lo nuevo.
- Miedo como motor y no como paralizante. No se trata de que no exista el temor, sino de usarlo como impulso, de transformarlo, de poder trascenderlo.
- Prueba y error. Se avanza pero también se retrocede. Se acepta ese ir y venir constante.
- En lugar de imposibles existen desafíos.
- Flexibilidad, aceptación de críticas, cambios de orientación.
- Confianza en que no hay que llegar a ningún lado en específico. Menor presión y pretensiones a nivel personal. Atención en el proceso como evolución.
Cómo reprogramar el cerebro
Cambia las afirmaciones negativas que te dices a ti mismo por otras positivas
Esto es: planta tus creencias. Repítelas hasta que realmente lo creas. Prueba decirte a ti mismo que vales, que te amas, que eres capaz de hacer tal cosa, que el amor puede sanarte, y cualquier otra cosa que quieras reprogramar en ti.
Agradece lo que tienes
Ve el vaso medio lleno de tu vida. Haz foco en lo que sí puedes y no siempre en lo que te falta.
Concéntrate en tu presente
No te agotes pensando en lo que fue y buscándole explicaciones. Tampoco te angusties o pongas ansioso pensando en el futuro, pues nunca podrás saber a ciencia cierta qué vendrá. Párate en el presente con confianza y fe en que cuánto más en armonía vibres, todo llegará para ti de la manera en que lo necesitas.
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