Te lo advertimos: este artículo está escrito desde la ironía. No podría ser de otra manera. Hacer una crítica al tiempo que pasamos pegados ante una pantalla, haciéndolo a través de otra pantalla, es parte del desasosiego de nuestra época. Activistas de sofá que firman peticiones en línea, viajeros del mundo a través de videos y fotografías, conocedores de la cultura mundial sin salir de nuestra ciudad. Vivimos atrapados en una pantalla, o en dos o tres si contamos todos nuestros dispositivos, pero antes de juzgarnos para mal, podemos apelar a que no tuvimos alternativa.
Hoy vemos a los bebés jugando con tablets, pero hace ya muchos años nosotros fuimos esos niños que crecieron con computadoras en casa y descubrieron, a muy temprana edad, los rincones oscuros de la red, esos que nuestros padres aún no saben que visitábamos cuando teníamos 12 o 13 años. Las salas de chat y las páginas prohibidas seguidas del proceso de "borrar historial".
No crecimos pegados a la pantalla, pero sí pegándonos cada vez más. Todavía llegamos a mandar cartas de amor, pero se fueron mezclando con mensajes de texto, algunos no encontramos mayor forma de demostrar amor que gastar un poco de tu saldo en cada mensaje que le enviabas a la persona que te gustaba. El amor se codificó y nacieron nuevos códigos de conducta. La infidelidad pasó de ser un acto físico a un rincón secreto en el teléfono y ahora las relaciones no son oficiales hasta que no se publican en redes sociales.
Nos sumergimos tanto en la realidad de lo virtual que ahora llevamos una vida doble, la de la pantalla y la que está afuera, e incluso parece que la última está perdiendo fuerza. ¿Realmente es nuestra culpa? Quieren hacernos creer y queremos pensar que somos quienes dictan las reglas, que nadie nos está forzando a vivir entre apps e influencers, pero la verdad es que cada vez somos más propensos a ser condicionados a vivir en la pantalla.
China es el ejemplo perfecto. Ahí la tecnología se impone sobre los ciudadanos para "cuidarlos". El reconocimiento facial lleva mucho tiempo entre nosotros gracias a la ciencia ficción, pero allá ya es una realidad. Aunque sólo es en ciertas partes del país, el reconocimiento facial es cada vez más común entre los ciudadanos, quienes ya pueden pagar sus deudas o comprar cosas sólo con su cara. Pero también son vigilados 24/7 por la policía, quienes gracias al reconocimiento facial han capturado a más de 3 mil delincuentes en un años.
Ese sistema está obligando a la gente a ser parte de un mundo digital en el que toda su información es usada para mantenerlos en orden. Incluso están comenzando las pruebas para medir el nivel de "buen ciudadano" de las personas, llegando a negar viajes en tren o avión a quienes tengan un puntaje bajo. Nunca habíamos estado tan cerca de un episodio de "Black Mirror".
Algunos creen que voluntariamente nos pegamos a la pantalla, pero siempre existe la posibilidad de que la mano invisible sea la que nos obligue a conectarnos todo el tiempo. Amigos, familiares, compañeros de trabajo, oportunidades de crecimiento, amor, pasión, diversión... todo se encuentra al alcance de ese aparato junto a nosotros. ¿Quiénes somos para resistir su encanto?
Somos la generación que vive pegada a una pantalla, también somos la que debe actuar antes de que las siguientes ya no estén pegadas a ella y simplemente vivan inmersas entre pantallas sin poder distinguir lo que hay fuera de ellas.