Los agujeros negros son objetos espaciales lo suficientemente poderosos como para absorber rocas estelares, planetas, estrellas e incluso la propia luz. Son fascinantes y han cautivado la imaginación de expertos y aficionados por igual en todo el mundo, y este reciente descubrimiento muestra un lado de ellos que hasta ahora era completamente desconocido.

Los científicos del observatorio de Paranal, en Chile, descubrieron algo muy inusual: una estrella lejana que se movía de forma muy inesperada. Hacia adelante y hacia atrás a cientos de miles kilómetros por hora, cumpliendo con un patrón que se repite cada 167 días. Después de muchos dolores de cabezas y una larga investigación, llegaron a la respuesta.

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¿Cuál era la causa? Un agujero negro inactivo. El director del equipo de investigación, Bejamín Geisers, afirmó que “La estrella orbitaba alrededor de algo totalmente invisible que tenía una masa de más de cuatro veces la del Sol, sólo podía tratarse de un agujero negro”.

Este agujero negro era especial no solo porque no estaba activo, sino porque no estaba consumiendo lentamente a la estrella que orbita a su alrededor. El agujero negro en verdad se correspondía a los restos de una estrella muy antigua que antes de morir definitivamente, colapsó sobre sí misma y dio lugar a un objeto de gran poder que no deja escapar ni siquiera a la luz.

Esto llevó a un descubrimiento inesperado: una nueva forma de detectar agujeros negros. Hasta hace poco, la actividad de los agujeros negros se detectaba con mediciones de radio o de rayos X, pero solo cuando absorbieran material a su alrededor. Este agujero negro demostró que otros agujeros negros pueden ser detectados al observar el movimiento gravitatorio que causan en otros cuerpos, como las estrellas.

Este descubrimiento ha dado lugar a muchas teorías, algunas de las cuales proponen una nueva composición del Universo en la que los agujeros negros y las estrellas conviven sin ningún problema. Solo el tiempo dirá qué a dónde nos llevará estos nuevos conocimientos.

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