Tal como los gustos en la comida, el contacto corporal es bien o mal visto dependiendo del receptor. Algunas personas simplemente no toleran un simple abrazo, y no debemos pretender que están equivocados.
Entre algunas de las razones se encuentra la cultura, que algunas son más reservadas que otras. Sin embargo, la cultura no es el único factor que indica el comportamiento ante una interacción física. Ante ciertas actitudes amistosas como un abrazo o un simple toqueteo, algunas personas pueden experimentar cierto rechazo, y otras se sentirán disgustadas o irrespetadas. ¿Por qué?
Una investigación sueca ha dado con la respuesta para esta inquietud sobre la receptividad del afecto humano. Los científicos Lena M. Forsell y Jan A. Åström analizaron el abrazo según sea expresado en ciertas culturas, así como los efectos psicológicos y bioquímicos que tienen en las personas.
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Según la investigación, el abrazo y la respuesta ante éste están relacionados con el entorno familiar en que creció. Los niños que crecieron en un entorno carente de afecto, repetirán este comportamiento con otras personas a su alrededor por lo menos durante la infancia.
Sin embargo, puede resultar lo contrario, según Suzanne Degges-White, profesora de Pedagogía en la Universidad del Norte de Illinois, en lugar de mantener esa conducta seca, se vuelven al extremo opuesto en busca del afecto que sienten que nunca tuvieron.
En definitiva, los seres humanos son animales sociales que necesitan de la compañía del grupo para adquirir nociones saludables sobre las relaciones interpersonales, y el deseo por mantener contacto físico amistoso o romántico es completamente normal, pero también es normal que algunas personas sean un poco más, reservadas, ya sea por naturaleza o por crianza.
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