Quizás alguna vez leíste o viste en alguna parte la frase: "No esperes nada de nadie, espera todo de ti". Tal vez, en un primer vistazo te pareció un poco fuerte y te preguntaste por qué no podrías esperar más, o si eso no era acaso conformarse. Pero esta frase no es solo un decir, nos recuerda un gran aprendizaje que es bueno recordar.
Es muy común que frente a distintas cosas que nos suceden todo el tiempo, busquemos la "causa" fuera de nosotros. "No me dejó hablar"; "no me pagó como correspondía", "por su culpa no pude hacer lo que tenía previsto", "no me hace sentir especial", "no me valora", etc, etc.
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Pero en cada cosa que nos sucede, tanto buena como dolorosa, nosotros mismos, de cierta forma, estamos implicados. A veces es muy difícil verlo porque otra persona parece "la culpable" o "la responsable" de que así sea. Pero en verdad, cuando comprendemos que todo lo que nos rodea no es más que un espejo de nuestro interior, podemos tomar cartas en el asunto. La buena noticia es que una vez que asumimos este lugar, ¡las cosas pueden cambiar mucho más de lo que creemos!
Cuando dejas de esperar todo de los demás, la decepción, la frustración y la angustia puede incluso disminuir. No podemos de ninguna forma ni controlar ni prever con exactitud cómo actuará otro, ni tampoco comprender en profundidad por qué actúa de tal o cual manera. Solo podemos modificar lo que no nos gusta empezando por nosotros mismos.
Sigue estos consejos para tomar valor, asumir tu lugar y crear una realidad próspera para ti.
1. Deja de lado las expectativas
¿Esperas que alguien venga a decirte lo bien que haces tu trabajo? ¿Crees que tu pareja debería decirte que eres realmente especial para él/ella? ¿Esperas que tu amigo te agradezca lo que hiciste por él? ¡Error!
El valor de lo que haces y dices se lo otorgas solo tú. En todo caso lo que luego puedan decirte los demás solo será un reflejo, pero quítate de la mente la creencia de que lo que haces, lo que dices o lo que sientes vale solo si alguien sabe verlo o apreciarlo, ya que puedes perder tu tiempo y frustrarte en lugar de valorarte y alegrarte tú mismo. ¡Eres el artífice de tu propia felicidad!
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2. Olvídate de las situaciones o personas ideales
La idealización viene de la mano con las expectativas. Debes comprender que la perfección como tal no existe y que hay cosas que solo suceden en las películas. Evita las decepciones que la caída de los ideales genera. ¿Cómo? Aceptando que todos, incluso tú, tenemos limitaciones y posibilidades.
3. Entiende que tus valores son tuyos
Hay cosas que para ti pueden ser obvias, pero para otros no. Por eso, no esperar nada de nadie también tiene un lado de aceptar que no todos son como tú, que hay quien por su historia y sus propias elecciones pueden tener valores o principios que tú no compartes pero incluso también para esa persona son "obvios" o automáticos en su forma de actuar, pensar o sentir. En lugar de esperar o de quejarte (que es la otra cara de la espera), pregúntate por qué está importándote tanto, y qué puedes aprender de eso.
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4. Basta con la culpa
Es muy común que cuando sintamos que las cosas no van bien culpemos a alguien o a algo. Sin querer, esto nos pone en el lugar de víctimas. Y a una víctima, así como a un niño, solo hay que protegerla. Pero, a pesar de la seguridad, ¿qué margen de acción tenemos en este lugar? Por eso, aunque a veces duela, es más liberador asumir nuestro lugar y repensar qué podemos estar haciendo nosotros para que eso que quisiéramos que suceda no llegue.
Pueden parecerte frases hechas, pero cada una lleva un aprendizaje para ti. ¡Tenlas siempre presentes!
- No esperes que otro te respete como te gustaría, ¡respétate a ti mismo!
- No esperes que reconozcan tu valor, ¡valórate lo suficiente!
- No esperes que te hagan tu lugar, ¡créalo!
- No culpes a los demás, autoimplícate en cómo suceden las cosas.
- No dejes que tu felicidad dependa de otro, ¡constrúyela para ti!
- No esperes que te comprendan, exprésate con sinceridad.
- No esperes que nadie quepa en tu ideal, acepta a cada uno (y sobre todo a ti mismo) tal como es.
- No esperes que te amen, ¡ámate!