Aunque hablar de conflictos entre personas de piel oscura y piel clara pareciera transportarnos a otras épocas, donde los sitios,trabajos y uniones entre personas de diferente descendencia eran restringidas,lamentablemente no es así: siguen más vigentes de lo que podríamos imaginar.
Recientemente, algunas de las ciudades más importantes de EstadosUnidos, como Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, han sido el epicentro deprotestas y manifestaciones en contra de la violencia hacia los afroamericanos.
Los desencadenantes fueron las muertes de Alton Sterling y Philando Castile, quienesfueron asesinados en Luisiana y Minnesota a comienzos de este mes. Lo másalarmante de todo fue que perdieron su vida de mano de las fuerzas policiales,un poder legítimamente aceptado, que nuevamente confunde orden con represión, contando (injustamente) con el aval de la ley.
Philando fue asesinado frente a su familia por un policíaque le había pedido detener su vehículo debido a un control de tránsito.Alton, por su parte, era un vendedor de CD que sufrió los disparos de dospolicías blancos cuando ya lo tenían reducido en el suelo. Ambas muertes fueron filmadas y sus imágenes,difundidas en las redes sociales, generaron conmoción en todo el país.
La tensión se hizo aun más intensa luego de que un veterano de guerra negro asesinara a cinco policías blancos en Dallas, durante una manifestación luego de los hechos.
Las protestas en las calles no se hicieron esperar; y muchas de ellas fueron convocadas por el movimiento "Black Lives Matter" (“Las vidas de los negros importan”), que nació dos años atrás a raíz del asesinato de otro afroamericano. Sin embargo, alrededor de 200 personas que participaron en estas protestas fueron detenidas.
La imagen a continuación, tomada por el fotógrafo Jonathan Bachman para la agencia Reuters, retrata a una mujer de 28 años enfrentándose a dos policías en una manifestación y se ha convertido en símbolo de una lucha que en Estados Unidos tiene una larga historia detrás.
Estos asesinatos no son nuevos. De acuerdo a un relevamiento realizado por el diario The Washington Post, 506 personas fueron asesinadas por disparos de policías en Estados Unidos en lo que va del año; y 123 de ellas, eran negras.
Las manifestaciones ya habían comenzado también años atrás. En el 2013 se produjeron protestas luego de la absolución de un policía que mató a un afroamericano de 17 años. De la misma manera, en 2014 cientos de manifestantes se reunieron para pedir justicia por el asesinato de un joven negro de Misuri llamado Michael Brown.
Paradójicamente, esto sucede en el país cuyo presidente, Barack Obama, es el primer mandatario negro en ocupar ese cargo. Sin embargo, la violencia y segregación parecen hundir sus raíces en el interior de una sociedad que tuvo un fuerte sistema esclavista, en la que también nació el Ku Klux Klan.
La segregación racial también tiene un trasfondo de clase: la desigualdad que sufren en el acceso al sistema de salud, educativo, laboral y en la justicia, es realmente muy profunda. De hecho, según un estudio, el 27% de los hombres, mujeres y niños afroamericanos viven por debajo del nivel de pobreza; y aproximadamente el 40% de los presos de este país son negros.
¿Qué hay detrás de todo esto? El odio y la exclusión siempre tienen por debajo el miedo al otro, a lo desconocido. Y en una sociedad signada por la violencia (de la que la ejercida por el Estado y sus aparatos es una de sus manifestaciones) y el terror implantado por los medios de comunicación que incentivan una paranoia colectiva que se vuelve evidente cuando hablamos de “terrorismo”, tienen necesariamente que volvernos hacia nosotros mismos para preguntarnos si ésta es la sociedad de la que queremos formar parte.
Y si la respuesta es "no", hay mucho que podemos hacer. Aunque vivimos en democracias, la igualdad no existe, y las diferencias raciales, étnicas, culturales, de clase, de género, entre muchas otras, nos rodean todos los días. Convivimos en la diferencia porque es ésta la que nos permite ser quienes somos.
No incentivemos el miedo y la persecución. Salgamos al encuentro del otro que es la única manera de perderle el miedo y hacer caer el muro que todavía parece dividirnos, o que algunos se esfuerzan por hacernos crear.