"Entré al quirófano siendo una celebridad y salí siendo anónima"
Con estas palabras la actriz inicia su historia, quien pasó de ser una promesa del mundo de la actuación a desaparecer rápidamente de la industria del cine. ¿La razón? Operarse la nariz. Jennifer Gray interpretó a los 27 años a Baby, la joven que, junto a Patrick Swayze, encuentra el amor y la pasión por el baile durante unas vacaciones de verano.
Los inicios de la carrera de Gray no fueron fáciles. Si bien tuvo muchos intentos de llegar a la gran pantalla, los cánones de belleza del momento no se ajustaban a su rostro, y lograba apenas papeles secundarios.
Por el año 1986 la actriz comenzó a salir en secreto con Matthew Broderick. Justo antes del estreno de Dirty Dancing, Grey y Broderick se vieron involucrados en un evento que cambiaría sus vidas: un accidente de tránsito que se llevaría la vida de dos personas, la libertad de Broderick y finalmente comprometería la salud de la actriz.
"El impacto fue emocional y físico. Mi cuerpo nunca volvió a ser el mismo, mi cabeza nunca volvió a ser la misma, mi ambición nunca volvió a ser la misma", contó Grey a People sobre la traumática experiencia.
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Según la actriz, este evento fue un detonador al momento de tomar la decisión de hacerse una rinoplastia, convencida además de que era ésta la que le impedía alcanzar la fama.
Sin embargo, Dirty Dancing llegó a las pantallas del mundo, y fue su nariz lo que más le gustó a la gente de su apariencia. Era éste su “rasgo distintivo”. Luego de dos rinoplastias, el cambio de Grey fue tan radical que nadie, ni siquiera las personas más allegadas a ella podían reconocerla.
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Desde entonces, Jennifer Grey se ha mantenido en el mundo de la actuación solo a través de papeles secundarios. ¿Quién tiene la razón en esta historia? ¿El resto de la gente que de un momento a otro decidió que la nariz de Grey si encajaba o Grey que solo buscaba sentirse mejor con su apariencia física?
La auto-percepción es algo importante, y no debería estar influenciada por opiniones externas. Decisiones como una intervención estética tampoco deberían ser tomadas desde la experiencia externa, sino a través del autoconocimiento y autoaceptación. Si bien es cierto que actualmente valoramos los rasgos particulares de cada individuo, esto no fue siempre así.
El problema no está en la cirugía plástica o en Jennifer, sino más bien, en los cánones de belleza. A lo largo de interminables décadas, han valorado a las mujeres a través de rasgos, características y comportamientos injustos y poco representativos. Afortunadamente esto cambia día a día un poco más gracias al activismo de mujeres valientes que luchan por hacer valer algo muy importante: el amor propio.
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Fuente: El Mundo.