Basilio Torres es un cirujano urólogo que reside y trabaja en la localidad de Orán, en la provincia de Salta, Argentina. Hasta 2011 llevaba una vida normal, como la de cualquier médico de un hospital provincial, y se dedicaba a salvar vidas en el quirófano.
Pero en la madrugada del 24 de diciembre de 2011, en vísperas de la navidad, la ambulancia en la que viajaba chocó en Pampa Blanca (Jujuy), y Torres quedó tendido en el asfalto. Enseguida advirtió que era algo grave, porque no sentía el cuerpo de la cintura para abajo.
Los médicos que lo atendieron rápidamente descubrieron lesiones en la columna dorsal y traumatismo en la médula. Pasó varias cirugías y estuvo un año hospitalizado en Buenos Aires, en el instituto Fleni, al cuidado de su esposa Cecilia, que no se separó de él en ningún momento.
El tiempo pasó, y el médico comenzó a recuperarse, pero supo que no volvería a caminar. Basilio pudo volver a Salta y poco a poco fue acostumbrándose a vivir sobre una silla de ruedas y a recuperar algunos de sus hábitos y actividades; sin embargo creía que no volvería a trabajar nunca.
Aunque su rehabilitación en Buenos Aires había sido lenta, a solo una semana de regresar a su provincia, Torres volvió al hospital. Sus compañeros lo ayudaron a reinsertarse y comenzó a atender en consultorio. Sin embargo, durante varios años no volvió al quirófano. Pero su verdadera vocación era la de cirujano, operar para salvar vidas. Por eso, uno de sus colegas, Alberto Minetti, comenzó a alentarlo para que volviera a su rol.
Al principio, Basilio dudó: "No sabía cómo hacerlo, los quirófanos no están preparados". Pero el propio equipo del hospital se encargó de adaptar el quirófano a sus necesidades: realmente no era tan difícil, lo principal era bajar la altura de la camilla para que se puediera trabajar desde la silla de ruedas.
Finalmente, Basilio regresó al quirófano, con su mujer Cecilia, quien se sumó al equipo de cirugía como asistente personal: "Las primeras veces tenía vergüenza porque todos me miraban", explica "pero es normal". Es que no es común que una persona con movilidad reducida asuma una tarea de tanta responsabilidad; aunque es perfectamente posible.
Torres explicó a los medios de comunicación que la silla tampoco es un problema para mantener la esterilización del quirófano, ya que se cubre con una sábana estéril y el doctor lleva una bata más grande que la normal, que cubre la silla también.
Pero Basilio aun tenía una preocupación. Él y su familia no tenían casa propia, y vivían en la casa que el Estado le otorga por ser médico de un hospital provincial. Esto lo angustiaba porque, si él falleciera o ya no pudiera trabajar, su mujer e hijos quedarían en la calle.
Por suerte, al volverse viral su historia, llegó a oídos de un senador que tramitó una casa para él.
Desde la vuelta al quirófano hasta la fecha, él y su equipo realizaron más de 100 cirugías exitosas, tanto en el hospital como en el ámbito privado, demostrando que una imposibilidad no tiene por qué ser el fin de aquello que tanto amamos hacer.